Los estertores de Vox presagian su muerte

El bipartidismo ha vuelto. Tras la completa desaparición de Ciudadanos, la debacle de PODEMOS y el declive de VOX, las opciones tradicionales recuperan la confianza de un electorado cansado de populismos y soflamas. Feijóo y Sánchez recuperan el terreno perdido y dejan a sus respectivos socios con un resultado que confirma su desmantelamiento. PODEMOS tocó techo para empezar una caída sin remedio que les deja con una escuálida representación diluida en una confluencia líquida e inconsistente. Su antagonista de la derecha ha iniciado el mismo camino, cuyo destino auguro que será el mismo que el de los naranjitos.

No han conseguido encontrar un espacio electoral estable porque el populismo deja de tener credibilidad en cuanto acceden al poder y todo sigue igual. Su elector se decepciona porque no se cumplen sus expectativas. A ello se suman unos liderazgos muy personalistas aupados por unos equipos habitualmente mediocres que merman la consistencia del proyecto. En el caso de los de Abascal, han perdido a la combativa (y desorientada) Olona y ahora se les escapa su liberal más admirado: Iván Espinosa de los Monteros. De corte más moderado (dentro de la moderación que pueda existir en una formación de ultraderecha) y con una planta más digerible, Espinosa de los Monteros representaba un soplo de aire fresco en un ambiente que apesta a naftalina. Sumado a la pérdida de casi 20 escaños y la posibilidad de tocar gobierno, VOX se dispone a perder la confianza de un electorado que ha pasado a percibirlos como un obstáculo para que la derecha acceda al poder, en lugar de una muleta en la que se pueda apoyar el PP de Feijóo.

Curiosamente y de modo inesperado, España será el escollo que frene los planes de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que aspiraba a implantar su modelo de coalición entre el populismo de extrema derecha y el Partido Popular Europeo del difunto pero eterno Silvio Berlusconi y su heredero in pectore Antonio Tajani. Estas alianzas que empezaban por el sur suponían el aliento necesario para acceder al poder en toda Europa a costa del centroderecha. Tras el resultado de las últimas elecciones generales y la inminente estampida de ilusos a los que ya les habían prometido un cargo, VOX empieza su descenso hacia la papelera de la historia para quedar como una anécdota o un apunte a pie de página.

A pesar del amargo sabor de una victoria insuficiente, Feijóo tendrá ahora la oportunidad de trabajar desde la cómoda oposición para reunificar el voto de la derecha sin renunciar al centro. Primero deberá relamerse las heridas que ya han despertado la sed de sangre de algún imprudente que maniobra ya para guillotinarle y extraer un aprendizaje de la pésima campaña electoral que hizo: insulsa, inconsistente, plagada de errores de comunicación y dando por sentado un apoyo que no tuvo.

En Baleares pinta bien para Prohens. Con un socio dividido, débil y sin un cabeza visible, la presidenta podrá desarrollar su programa de gobierno sin aparentes estragos ni baches ideológicos. La de Campos sabe bien que ya hubo un Bauzá para desgracia de esta comunidad y que con la calle tranquila y el dinero en los bolsillos de los ciudadanos, una versión regionalista del PP es la que triunfa. No hacen falta grandes aspavientos, sino moderación en las formas y eficacia en las normas. Ahora le toca superar su primer reto: colocar perfiles de reconocida competencia en la segunda y tercera línea del Govern. No es tarea fácil, dado que un profesional liberal sensato no se dejará embaucar para perder dinero en la pública y jugarse su prestigio, salvo que el ego pese más que el sentido común. En este tiempo la derecha se pone a prueba, mientras el bipartidismo se rearma para volver al equilibrio de la alternancia.

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