Ya ha llegado el ansiado momento. Ya los tenemos aquí. Todavía estan entre pañales pero ya conocemos cómo vamos a tener que afrontar la nueva etapa de la educación española.
Los nuevos currículos se abren paso en un camino largo y denso. Y nunca mejor dicho ya que la palabra currículo proviene del latín que sgnifica camino. Pues bien, este camino por el que van a tener que transitar los alumnos durante doce años va a ser diferente.
En algo estamos avanzando y mejorando. Van a ser currículos plenamente competenciales. Eso de las competencias ya no va a ser una falacia sino una realidad. Son currículos transversales; los vamos a poder relacionar no solo con otras asignaturas sino también con el contexto. Y lo más significativo es que estos currículos se van a basar en situaciones de aprendizaje. Por fin los alumnos le encontraran sentido a lo que estudian; y al fin va a cobrar sentido los aprendizajes que realicen los alumnos.
Pero no va a ser un camino de roses. Como en todo camino vamos a encontrar obstáculos que sortear. La aplicación de estos currículos no va a ser fàcil porque el tiempo con el que van a contar los centros educativos para redseñar el enfoque es muy corto. En septiembre ya hay que aplicarlo en los cursos impares y a día de hoy únicamente se trabaja con borradores legislatives. No hay nada definitivo ni seguro.
Otra de las piedras del camino es la formación de los docentes. En septiembre tendremos que abordar los saberes mínimos teniendo cero o muy poca idea de trabajar con situaciones de aprendizaje. Vamos a tener que hacer formaciones express con el fin de salvar los muebles.
Y así, podríamos ir enumerando todas las desventajas que supone el cambio de una ley educativa. Y en poco más de una dècada, yo ya cargo a mis espaldas con el peso de reestructurar mi labor docente hasta en tres ocasiones. Los docentes ya no podemos más.
Ahora es el momento de reivindicar que, como mínimo, dejemos pasar doce años para cambiar la ley de educación. ¿Por qué doce? Porque es el tiempo de la escolaridad de un estudiante. Hasta que no haya transcurrido este tiempo, no sabremos si la ley ha funcionado o no. Durante el proceso se puede hacer evaluación de la ley, pero no desmontarla. Si esto se consigue, habremos dado un paso en el camino hacia la despolitización de la educación en nuestro país.