Otra vez estamos en la calle los pensionistas y jubilados en toda España. Son ya 150 ciudades y pueblos de las zonas rurales los que hoy salen a la calle y claman por nuestras justas reivindicaciones que van mucho más allá del 0’25% y de la anulación del factor de sostenibilidad.
La manifestación del pasado día 22 de febrero no solo cogió de sorpresa y con el paso cambiado al gobierno central y al partido Popular, sino que también lo hizo con los sindicatos mayoritarios UGT y CC.OO.
El descrédito que han sufrido en los últimos años los partidos políticos también ha golpeado a las organizaciones sindicales, que no sólo han recibido críticas desde los sectores más conservadores sino también de aquellos que en teoría deberían ser sus aliados. Así los sindicatos UGT y CC.OO. han sufrido una disminución de afiliados cercana al 21% y hasta formaciones políticas como Podemos los han llegado a calificar de “casta”, al considerarlos instrumentos obsoletos propios de la vieja política y cómplices, por dejadez, de la disminución de derechos laborales de los trabajadores y de los pensionistas en general.
El descrédito se lo han ganado a pulso, desde sentencias como por el fraude de la promotora de viviendas PSV en la que condenaron a la UGT como responsable civil subsidiaria e impuesto un pago máximo de 78 millones de euros, lo que, en la práctica, significaba que el sindicato hubiese tenido que vender su patrimonio histórico y embargar las cuotas de sus afiliados, pero tuvo la gran suerte que los afectados renunciaron a ese derecho en relación con la cooperativa.
Después de los casos de los ERE en Andalucía, los despilfarros de UGT en aquella comunidad, el fraude en los cursos de formación, etc… tanto CC.OO. como UGT han perdido 355.000 afiliados durante la crisis.
La gran transformación que ha sufrido un sindicato como CC.OO., que ha pasado de ser un sindicato de clase a ser un sindicato amarillo, que era conocido como “sindicato comunista”, es lo que ha tenido como consecuencia que la parte más consciente y combativa de la clase obrera ha abandonado el sindicato y a otros los han expulsado por ser coherentes luchadores y defensores de los derechos laborales frente a la explotación capitalista.
Se conoce como sindicato amarillo o sindicato vertical a aquellos sindicatos que, siendo creados o controlados por los empresarios, responden a los intereses de éstos antes que a los de los trabajadores, definición que también se ha aplicado a sindicatos reformistas que rechazan las acciones coactivas y contemporizan con el sistema político-económico en lugar de tener una actitud combativa.
Por supuesto que a CCOO no lo crearon los empresarios, pero sus dirigentes (después de Marcelino Camacho) lo han transformado en sindicato reformista. Evidentemente nos referimos a la globalidad o mayoría de los órganos decisorios del sindicato y por lo tanto a sus dirigentes y a las decisiones de los órganos de dirección, salvo, cada vez menos, excepciones que ya solo se dan a nivel de base y de empresa.
Recordemos aquí el Plan de Pensiones Asociado (privado, por supuesto) que creó hace ya años la CC.OO. que el propio sindicato define como: “Un Plan de Pensiones es un sistema de ahorro voluntario. Este sistema de ahorro es complementario, nunca substitutivo, de la pensión pública de la Seguridad Social”.
¿Cómo puede un sindicato que crea su propio plan de pensiones particular defender las pensiones públicas?
A pesar de todo ello y mucho más, bienvenidos a la manifestación de hoy a favor de la defensa de la dignidad de los trabajadores, pero sin protagonismo que no se merecen, porque han tenido abandonados a los pensionistas desde siempre y mucho más durante toda esta última crisis, porque se han dedicado a llevarlos de excursión mientras nosotros trabajábamos para defender las pensiones, porque en su desnortada actitud han llegado a contraprogramar nuestras manifestaciones, porque están impidiendo que formemos parte de las negociaciones en el seno del Pacto de Toledo.





