La política es muy dura. Durísima. Maquiavelo, uno de los personajes menos maquiavélicos de la historia, había analizado que en política, tal vez como en el fútbol, bien está lo que bien acaba. Y en muchos casos, por no decir casi siempre, da igual cómo se ha llegado al resultado. Jaume Font, que es un hombre trabajador, sufrido, incansable, pero muy impulsivo, lo está comprobando ahora: se ha ido y tras suyo no se ha marchado nadie, literalmente. Dicen que tal vez pudiera llegar a seguirle alguien en Sa Pobla y, quizás, el alcalde de Mancor (no, no falta una 'a', he querido decir Mancor y no Manacor, o sea, uno de los micromunicipios de Mallorca, cuyo peso es imperceptible). Es decir, nada. Así es cuando Font se encuentra ante la dura realidad: muchos están descontentos de Bauzà, pero nadie aguanta cuatro años para que, cuando las mieles del poder se avizoran en el horizonte, marcharse a una aventura que no se ve nada clara. El casi final de la aventura de Font también demuestra el peso del President que ha estado días y días llamando a todo el mundo para conseguir que el matrimonio entre UM y Font fuera posible. Tal vez haya sido él quien frustrara todo porque, como se ha visto muchas veces, lo que toca lo fastidia.





