Con la inminente llegada de la Familia Real al Palacio de Marivent, Mallorca se sitúa, un año más, en el epicentro mediático nacional. El rey Felipe VI traslada su residencia a la Isla, junto a la reina doña Letizia y sus hijas, la princesa de Asturias doña Leonor y la infanta doña Sofía.
Se trata de una tradición repetida durante 52 años, iniciada por los padres del actual Jefe del Estado, los reyes Juan Carlos y Sofía; y que continúa practicando la madre del rey Felipe tan a menudo como le es posible, afortunadamente.
El próximo lunes, el rey Felipe VI recibirá a las principales autoridades (Marga Prohens, Gabriel Le Senne, Llorenç Galmés y Jaime Martínez) en el Palacio de la Almudaina, en el marco de las audiencias oficiales que inauguran su agenda veraniega.
El martes será el turno del habitual despacho del monarca con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, esta vez en Marivent; un encuentro que refuerza el papel simbólico —y político— de Mallorca como capital oficiosa del Estado durante una breve temporada cada verano. Porque durante unas semanas, Palma se convierte, de facto, en el corazón institucional y social del país.
Este ritual protocolario, que se repite cada año, trasciende lo anecdótico. La presencia del Rey en la isla refuerza un vínculo afectivo e histórico con la Corona que la mayoría de ciudadanos valora y respeta.
No es casualidad que año tras año la Familia Real siga eligiendo Mallorca como refugio estival, lo que además proyecta una imagen de estabilidad y normalidad institucional desde un entorno privilegiado.
Habrá, como siempre, muestras de rechazo y descortesía, que son legítimas en Democracia. Pero conviene no sobredimensionar el ruido: se trata de manifestaciones minoritarias frente a un sentir general que aprecia la continuidad de esta relación afectuosa entre la Casa Real y la sociedad mallorquina.
La Monarquía, guste más o menos, es parte de la identidad institucional de España y, en particular, de Mallorca durante el verano.
La visita real no solo tiene valor simbólico. También genera interés mediático, actividad económica y una visibilidad que no conviene despreciar. Marivent es, durante un tiempo, el centro del país. Y eso es muy positivo y motivo de orgullo y satisfacción para la inmensa mayoría de los ciudadanos de esta Isla.
