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Medidas a medias

miércoles 08 de diciembre de 2021, 12:29h

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No consigo salir de mi asombro ante la manifiesta falta de coraje político de nuestros dirigentes. Obviando a Sánchez, cuyo único norte vital es él mismo y que no merece más comentario, lo de Armengol y sus vaivenes con la exigencia del certificado COVID demuestra la falta de criterio en quien, para más INRI, es farmacéutica de formación.

No logro entender por qué, si almuerzas en un restaurante de 49 comensales de aforo, no te contagias y, si lo haces en uno de 51, corres un grave riesgo. Imagino que los aforos se determinan reglamentariamente en función de la superficie y el volumen del local, con lo que son aproximadamente proporcionales, así que hasta los de letras habrán deducido que el riesgo es exactamente el mismo en unos locales y en otros.

Tampoco me cabe en la mollera por qué, si comes en una cafetería o en el bar de la esquina, el virus pasa de largo y, en cambio, si lo haces en el de más allá, que tiene licencia de casa de comidas o restaurante, el agente infeccioso se queda tomando una caña esperando a víctimas propiciatorias.

Teniendo una Constitución que establece la posibilidad de que, mediante ley, se fijen prestaciones personales obligatorias en casos de "grave riesgo, catástrofe o calamidad pública" -artículo 30.4-, no concibo el motivo por el cual todavía no se ha obligado a docentes, sanitarios y personal de atención directa de todos los sectores a vacunarse. Como si nos obligan a todos, algo que ya no parece tan descabellado, especialmente después de la última intervención de Ursula Von der Leyen. El onanismo mental de los tribunales españoles y de las columnas de prensa sobre esta cuestión roza la esquizofrenia.

La razón científica y moral se ve asediada estos días por una ensaladilla de elementos descerebrados, extremistas, cobardes, egoístas, conspiranoicos, antisistema y antitodo que, revolcándose en el inmundo cieno de la ignorancia y la superstición, y amparados por la falta de contundencia del poder legítimo, aprovechan para cuestionar sin pudor alguno la existencia de un bien común por encima del individual.

Mi madre, que en Gloria esté, pozo de sabiduría popular mallorquina, tenía en su bagaje proverbial dos refranes muy gráficos, que vienen especialmente al caso, "metge piadós, nafra pudenta" y "a mitges, no omplen sitges".

Es una verdadera lástima que nuestros dirigentes políticos prefieran seguir alimentando la barbarie y asumiendo las indignas consecuencias de su falta de valor, antes que arredrar con las consecuencias que acarrearía la adopción de medidas audaces y sin ambigüedades. Así, desde luego, no se gana guerra alguna.

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