La Real Casa de Correos se construyó a mediados del siglo XVIII para que sirviera precisamente para eso, el servicio postal. Frente a ella, en la Puerta del Sol, se inició el levantamiento contra los franceses que acabó en un cuadro de Goya. Después fue sede del Ministerio de Gobernación. Allí fue llevado Canalejas tras los disparos que recibió frente a la librería San Martín, que los boomers llegamos a conocer. Después de la Guerra Civil la Casa de Correos albergó la Dirección General de Seguridad, de siniestra memoria. Y en 1974, junto a ella, ETA puso una bomba en la cafetería Rolando que mató a doce personas.
En fin, es un edificio con mucha historia, pero la etiqueta del Ministro memorioso pretende señalizar un periodo concreto: ese en que la Casa de Correos sirvió de sede de la DGS de Franco. Actualmente es la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid, y no hace falta tener mucha imaginación para entender que esto último ha sido determinante en la decisión: sin duda a los 100.000 asesores del Gobierno, encargados de sustituir la acción gubernamental por una pantomima, les ha parecido muy divertido que la sede donde habita la malvada Ayuso reciba una etiqueta infamante. ¿Veis cómo la derecha no es más que franquismo disfrazado?, será el mensaje sutilmente encriptado. Y ya de paso ¿veis como es perfectamente natural que nos mantengamos, a pesar de no haber conseguido aprobar presupuestos en toda la legislatura? ¿Entendéis nuestro esfuerzo por ocultar la corrupción? ¡La alternativa franquista sería peor!
Y hay que reconocer que para ese empeño la Memoria Histórica Democrática sirve estupendamente. Permite presentar, como oficial e indiscutible, una visión cuidadosamente sesgada de la historia en la que unos, los «progresistas», aparecen como impecablemente buenos, y a la derecha se le reserva el papel de Fu-Manchú (esta referencia también es boomer, sí). Tal vez no dejarán por eso de votar a la derecha, pero al menos llevarán el estigma vergonzante del franquismo, y los votantes progresistas dispondrán de un podio moral desde el que contemplarlos con superioridad y odiarlos; este es el mayor atractivo electoral de los partidos de izquierda.
Digo que es fácil entender que la Memoria Histórica y Democrática sirve estupendamente a los partidos «progresistas», pero también que es un artefacto maligno, encargado de fomentar y perpetuar la división en la sociedad. Disfrazado, como es habitual, de bondad: sólo pretendemos reivindicar la memoria de los «luchadores de la libertad», y prevenir los peligros que acechan a las democracias.
¿Ah, sí? El caso es que la Memoria Democrática está simplemente diseñada para recordar continuamente a la derecha una especie de pecado original por el que debe estar continuamente en disposición de pedir perdón. Por eso es una memoria hemipléjica, completamente desactivada en su parte izquierda. En ningún momento asume que sean los «progresistas» los que necesiten refrescar su memoria y adquirir conocimientos, y esto provoca ciertas perplejidades. Un ejemplo: nadie del partido Popular, que yo sepa, reivindica a Franco, pero es frecuente que desde el PSOE se reivindique un personaje tan siniestro y antidemocrático como Largo Caballero, golpista consumado cuya pretensión de excluir a la derecha de la República contribuyó decisivamente al estallido de la Guerra Civil.
Otro ejemplo, más inmediato. Recuerda Pedro Corral, ilustrado diputado de la Asamblea de Madrid, que el Ministro no tenía que haber ido tan lejos para repartir memoria: en ese mismo edificio desde el que señalaba la Casa de Correos, estuvo funcionando una de las cincuenta checas creadas por el PSOE en Madrid durante la guerra. Y funcionó durante el gobierno de ese demócrata ejemplar, tan admirado por los socialistas, que fue Largo Caballero.
No muy lejos de allí, en el Círculo de Bellas Artes, cuya terraza es muy apreciada por los visitantes, estuvo la siniestra checa que lleva ese nombre. ¡Qué oportunidad para poner allí otra placa que alertara a madrileños y turistas de los peligros que desencadenan las ideologías sectarias, que niegan la posibilidad de gobernar (y eventualmente de vivir) a los adversarios.
Pero todo esto le importa un rábano a Pedro Sánchez y sus mariachis. De hecho, su socio en el diseño de la Memoria Histórica y Democrática ha sido nada menos que Bildu. Tal vez por eso la Ley incluye una disposición adicional que extiende hasta diciembre de 1983 el periodo predemocrático, en el que se deben estudiar «los supuestos de vulneración de derechos humanos a personas por su lucha por la consolidación de la democracia, los derechos fundamentales y los valores democráticos». ¿Se refiere a los asesinados por ETA? No, no, a la «represión» policial de los etarras. Como ven, está todo completamente distorsionado y produce bastante asco, la verdad.





