Acaba de instaurarse la obligatoriedad para todos de tener que fichar cada vez que se entra y se sale del puesto de trabajo. El control de las horas trabajadas se ha basado en una obsesión. La razón, dicen, es perseguir el abuso por horas extras realizadas y no pagadas. De camino, una mayor recaudación.
Los fichajes, típicos de la revolución industrial, nos retrotraen a finales del siglo XIX cuando los trabajadores depositaban su cartulina en la máquina perforadora para indicar su entrada y salida del puesto de trabajo. Véase “Tiempos modernos” de Chaplin.
Llama la atención que la medida provenga de un gobierno que pretende mejorar la conciliación de la vida laboral y privada. O se apuesta por estar en casa o por estar en el lugar de trabajo.
La obsesión por la presencia y el presentismo en el puesto de trabajo hace que se valore más la cantidad que la calidad del mismo. Importa más que se cumpla la jornada laboral más allá de cuánto se produzca en la misma.
España tiene un problema de productividad si se compara con los países de su entorno. En Balears, no digamos. Hemos pasado de ser la primera Comunidad Autónoma en PIB per cápita a principios del presente siglo a estar en séptima posición en apenas diecinueve años.
La productividad es una ratio que relaciona lo producido con el factor que lo consigue. Por ejemplo, cuánto produce un trabajador en un periodo de tiempo. Otros ejemplos pueden ser el PIB per cápita de un país o región o el PIB por hora trabajada.
La productividad depende de la formación y de la experiencia de los trabajadores, de cómo esté organizada la empresa, de lo optimizados que estén sus procesos productivos o de la mayor o menor presencia de tecnología.
De nada sirve trabajar mucho si las horas son poco productivas. Entonces, ¿qué sentido tiene valorar el número de horas? ¿No sería más interesante valorar los objetivos conseguidos durante la jornada laboral?
Los salarios, los contratos laborales y la normativa laboral en general, hacen referencia, en su mayoría a la retribución por unidad de tiempo (mensual o anual) más que al resultado producido. Aunque existe el salario variable, en realidad es poco utilizado.
Lo dije la semana pasada, en un partido, Messi rinde mucho más que cualquier otro jugador. En 90 minutos, su productividad es superior. A un camarero que atiende (con calidad óptima, se entiende) 10 mesas en una noche, no se le puede pagar lo mismo que a uno que apenas llega a 5. El resultado de la jornada laboral no es el mismo para todos. El tiempo dedicado, sí.
¿Es más importante el tiempo dedicado o los resultados obtenidos? Desde casa, en la calle, visitando comercios o tomando café con clientes, un trabajador puede conseguir mucho más que en la oficina. Más tiempo en el puesto de trabajo no garantiza mejores resultados. Eso era en el siglo XIX y dos tercios del XX. Internet y los avances en Marketing lo cambiaron todo.





