Llevo cinco años escribiendo esta columna cada martes desde que recibí una invitación del Editor para hacerlo; acepté encantado inmediatamente, pero después surgió la duda de si tenía algo interesante que contarles. Después de cinco años, esa duda sigue existiendo hoy. Una de las cosas que han cambiado, aunque no lo noten, es que uso una letra más grande. Primer síntoma de la decrepitud, nuestros ojos no están preparados para ver tantos años, en fin...
En esos cinco años les he escrito con la más absoluta sinceridad y solo me arrepiento de una cosa, he escrito demasiado sobre gente que no lo merece, que por tener un cargo ya es importante en nuestras vidas y eso no es ni debe ser así. Cada vez más, escuchamos a gente que sin ningún mérito personal o profesional ha alcanzado un cargo, y los escuchamos como si fuesen gente que sabe de lo que habla, cuando en la mayoría de los casos son unos zoquetes que están ahí por la paga que no les darían en ningún otra empresa que no fuese pública. Son mis antihéroes; si les cesasen, o simplemente muriesen, nuestra vida seguiría igual o incluso mejor.
Hoy les quiero hablar de mis héroes. Nunca he sido muy fan o admirador de nadie hasta que recientemente me he dado cuenta de que la gente que vale la pena admirar está siempre cerca de nosotros. Si una cosa he aprendido este año tan extraño es que la realidad puede ser muy dura, pero a la vez muy satisfactoria.
Conozco héroes en mi trabajo, la abogacía, que no por razones económicas (aunque si así fuese daría igual) atienden con una profesionalidad exquisita a los clientes del turno de oficio, aquellas personas que teniendo problemas jurídicos no pueden pagarnos. Admiro al Abogado por su solidaridad, y admiro al cliente por su honradez de reconocer que no puede pagar y se acoge a ese derecho. Otros van a un abogado y, simplemente, no le pagan.
Admiro a ese médico o a ese enfermero que no tienen horario, que siempre están para visitar a alguien o para interesarse por la salud de alguien, y que saben que está pasando por un mal momento. Van más allá de lo que les obliga el juramento hipocrático; se llama conciencia, y también bondad.
Podría seguir, pero en estas profesiones, probablemente las que conozco mejor, he querido tomar ejemplos de lo que les quiero explicar.
Mis héroes también son aquellas personas que, a pesar de las dificultades del momento, mantienen abierto su negocio cada día; esos pequeños autónomos que, por una parte, quieren servir y atender a los clientes y, por otra, llevar algo de dinero a casa para poder alimentar a la familia o seguir manteniendo alguna actividad extraescolar que tanto bien le hace a su hijo.
Mi héroe también es aquella persona que ha sido derrotada por este año. Este año no ha podido más y después de entregarlo casi todo se dirige a la cola de los Capuchinos o del Banco de Alimentos, o a cualquier lugar de beneficencia, pensando que él nunca se encontraría en esa situación; gente que ha perdido el humor y que su rostro demuestra la lucha que ha mantenido contra la vida durante tanto tiempo; gente que daría lo que fuera por un trabajo, no por una paga, y claro que aceptaría la paga sin trabajar, pero lo que quiere la mayoría de la gente es por dignidad un trabajo remunerado. Esos son mis héroes, y podría seguir contándoles y estoy convencido de que entre mis héroes no han visto ni siquiera el boceto de ningún político que nos gobierne.
Hoy, por ayer, he recibido un correo electrónico que me obliga a reservarme el último párrafo. Toni Martorell se jubila. Para los que no son lasalianos quizás les diga poco, pero para los que lo somos Toni Martorell es un hombre que calza los zapatos de San Juan Bautista de la Salle; estos últimos años le he tratado con relativa frecuencia y, a veces, hemos discrepado y otras hemos estado de acuerdo, pero siempre desde el respeto. Empezó a trabajar en la Salle en 1980, y cuarenta años y dos meses después se jubila. Pocas personas en Palma pueden presentar una hoja de servicios como la suya. Soy, además, tributario del afecto que sentía por mis padres y, en cierta forma, heredero de ese mismo afecto. Toni Martorell es un verdadero héroe. Le admiro, le aprecio y le deseo en esta etapa la mejor salud y toda la felicidad, y que siga siendo un buen lasaliano siguiendo con la obra de nuestro Patrón.





