Bien lejos de nuestras queridas islas, en Madrid, se está decidiendo estos días el futuro de todos nosotros. Personas que ven el mar sobre todo en los salvapantallas de sus ordenadores y que consideran coste de insularidad la factura de sus vacaciones, son quienes decidirán quien tendrá responsabilidad de gobierno en las Islas Baleares, y qué políticas se aplicarán.
Muy lejos de su casa y de la mía, en la península, unos señores que dirigen dos importantes partidos políticos nacionales están negociando acuerdos que afectan a nuestro más inmediato día a día, querido lector. Y no piense usted que toman estas decisiones pensando en lo mejor para usted o para mi. No es así. Ni siquiera les preocupa demasiado si las decisiones que tomarán son del agrado de sus representantes en Baleares. Estos señores llegarán a acuerdos basándose en sus objetivos y ambiciones personales. Ellos están centrados en su carrera política y sus decisiones pasan casi exclusivamente por cercanía de las próximas elecciones generales. Ellos quieren ser The Fucking Boss de este país y para ello darán los giros ideológicos que sean necesarios a sus partido y firmarán lo que tengan que firmar.
Quienes hoy deciden nuestro futuro son casi los mismos que deciden el futuro de Andalucía, por ejemplo. Allí ya hemos visto que lo que les pase a los andaluces bien poco importa. Lo que lo realmente vale es el posicionamiento de cara a las generales. Si para mantener las opciones y no enseñar las cartas hay que bloquear una región, se bloquea y punto. ¿A quién le importa? A nadie. Excepto a los andaluces, rehenes necesarios de esta guerra política centralizada.
Pero no nos desviemos.
Con el permiso del ecosoberanismo de la coalición MES, esos que no tienen ni Dios ni amo en Madrid pero se lanzan lascivamente a seducir a los que sí los tienen, nuestros destinos y la gobernabilidad de Baleares está en manos de Pablo Iglesias, líder de Podemos, y Pablo Sánchez, líder del PSOE. Sus hombres y mujeres de aquí harán lo que les dejen hacer sus mayores. Podrán tomar decisiones de poco calado como cambiar una vez más el nombre de la capital balear y hacer que la actual Palma de Mallorca pierda su apellido. Pero poco más. El resto estará supeditado a lo que acuerden Pedro y Pablo siempre en clave nacional.
Si, si. Ya sé. Con el Partido Popular también pasaba esto. Las decisiones importantes acababa tomándolas el Mariano Rajoy de turno. Poco margen de maniobra tenían los líderes regionales populares. Eso ya lo sabemos. Y por eso, y por más cosas, los de la gaviota han perdido la confianza mayoritaria de los electores. ¡Fuera Bauzá! ¡Fuera Rajoy! ¡Que son lo mismo! Era eso, ¿no? Pues eso, váyanse los que había y que lleguen los nuevos. ¡Viva Jarabo e Iglesias! ¡Viva! ¡Viva Armengol y Sánchez! ¡Viva! ¡Y que viva Biel Barceló! per molts d'anys! Y que siga todo igual. Al menos en materia de soberanía real insular.
Por si no ha quedado claro: Con la nueva mayoría de izquierda, pactos mediante, las decisiones las siguen tomando en el centro de la península. Siempre, insisto, con la complicidad de MES, tan sonrientes en los selfis que se hacen con el más centralista de los partidos. Que tampoco tiene que ser necesariamente malo. Ni bueno tampoco. Pero es así. ¿Pero no habíamos quedado que los de ahora eran diferentes y las cosas iban a cambiar? Pues no. Seguimos votando a partidos sujetos a férrea disciplina centralista que, por mas que diga ser distintos, no lo son.
De momento nada nuevo bajo el sol. Solo que Palma de Mallorca volverá a ser solo Palma -decisión de alto calado- y así será más fácil que un potencial turista que quiere venir a Baleares acabe, por ejemplo, en la web de Las Palmas de Gran Canaria por obra y gracia de otro The Fucking Master llamado Google. Pero esto, ¿a quién le importa?