Cuando los resultados no responden a las expectativas generadas en torno a un equipo, los medios de comunicación suelen acaparar las puyas de aficionados y dirigentes. En su opinión los informadores deben limitar su tarea informativa a magnificar los éxitos, ignorar los fracasos y ocultar las tropelías internas. Eso es lo que unos y otros entienden por apoyar al club. Un escalón previo se refiere al comportamiento del público, al que se exige fe ciega en la gestión y su aplauso permanente a los jugadores, por mal que jueguen y mucho que cobren. Le llaman el calor de la grada, cuyo ánimo debe empujar a los chicos hacia la victoria e intimidar al árbitro y al contrario. Nada más lejos de la realidad.
Sin justificar ni por asomo la violencia, Héctor Cúper podría contar qué le hicieron a su coche, con su esposa dentro, en Valencia. O Lussenhof cómo arrojaron un pedrusco de considerable peso y tamaño sobre la carrocería del suyo en Tenerife. Yo podría rescatar a la hemeroteca de La Voz de Galicia un editorial durísimo contra le gestión de Augusto César Lendoiro en calidad de presidente del Deportivo. Puse esos mismos ejemplos, contrastados personalmente, a un antiguo propietario del Mallorca que se quejaba de la virulencia del mallorquinismo y “la prensa” con el club y el vestuario. No tenía ninguna razón.
Los de aquí son los seguidores más benevolentes que he conocido a lo largo de mi demasiado dilatada carrera. Su sumisión, absoluta; su falta de rigor crítico es total, si bien hoy día su actitud alcanza la más simple indiferencia. De no ser así, ni Utz Claassen hubiera podido hacer lo que hizo, con la ayuda e inspiración de Pedro Terrasa y Gabriel Cerdá, ni Robert Sarver y sus socios asistirían impasibles a la segunda temporada de la serie que protagoniza Maheta Molango. Por desgracia la masa social del club se divide actualmente entre vegetales y corderitos, el escenario ideal para que los dueños y los ejecutivos, campen a sus anchas.
