Irene Montero, pareja y madre de los dos hijos de Pablo Iglesias, que fue nombrada, en su momento, nueva portavoz en el Congreso, en sustitución de Errejón, es en este momento la numero dos en Podemos, representa a la clase obrera, a la clase pobre y sobre todo al feminismo, y lo hace desde el casoplón de más de 600.000 euros que su jefe le ha comprado, después de no haber trabajado nunca, de haberse liado con su jefe a pesar de tener pareja estable, que su jefe dejara a su pareja, la echara de su puesto en el partido y le diera el cargo a ella, se quedara preñada del jefe, después del último movimiento del jefe puede ser la próxima secretaria general de Podemos si se consuma el error de cálculo de Pedro Sánchez.
Una vez auto descartado el macho alfa de Podemos como ministrable, en todas las quinielas para sustituirle aparecen dos nombres: el de Irene Montero y el ex secretario de Organización, Pablo Echenique. Cuyos discursos públicos sobre Cataluña son exactamente los mismos que los de Pablo Iglesias: ambos han hablado en repetidas ocasiones de la existencia de “presos políticos” y apoyaron recurrir la legalidad de la aplicación del artículo 155 en octubre de 2017, refrendada recientemente por el Tribunal Constitucional.
Al igual que su pareja sentimental,“Son presos políticos”, dijo Irene Montero en Televisión Española el pasado 4 de marzo tras la polémica porque Iglesias los había definido así tras visitar a Oriol Junqueras en prisión. “No es sensato que en España tenga que haber presos políticos”, había dicho Iglesias horas antes, a las puertas de prisión, Montero respaldó una por una las palabras de su secretario general.
La número dos de Podemos empleó la misma expresión que había empleado en el otoño de 2017, en pleno desafío independentista, en que insistió en su argumentación y repitió que“son presos políticos porque los hechos por los que se les acusa son políticos”.
El 2 de noviembre de 2017, tras la Declaración Unilateral de Independencia, la posterior huida a Bélgica de Carles Puigdemont y la prisión preventiva para Oriol Junqueras y el resto de líderes independentistas, Montero volvió a referirse al asunto en su cuenta personal: “Todos sabemos que la cárcel no arreglará nada. Quiero ganar a los independentistas en las urnas, no convertirles en presos políticos”.
Cambiar a Irene por Pablo es una operación política tan incongruente como ilógica, un despropósito, un verdadero error de cálculo impropio de ;un estadista que puede volver a ser jefe del gobierno, sobre todo cuando el problema no es el uno ni la otra, sino ambos y, por extensión, una fuerza política a la que desde el primer momento Sánchez debió situar, como intentó hacerlo al principio, fuera del Consejo de Ministros por las razones que el propio presidente en funciones esgrimió en sus iniciales argumentarios.
Iglesias es ahora mismo un animal acorralado, una fiera herida, está angustiado y resentido. Eso lo hace imprevisible y peligroso.
Podemos como partido no solo está derrotado sino que también está desconcertado, postrado y en declive, sin nuevas figuras, sin propuestas atractivas y en proceso de disgregación interna. Es un partido que ;emigra hacia la extrema izquierda, que se debilita y corre el riesgo de convertirse en un partido penoso y testimonial, es un partido que parece incapaz de superar la derrota y el humillante rechazo de los ciudadanos. Es un partido que tiene un encefalograma casi plano, desorientado y con angustia y todo ello de la mano de Pablo Iglesias e Irene Montero.
La incógnita ahora es saber si Irene Montero, que entre otras muchas lindezas ha dicho que vetar a Iglesias era vetar a todo el partido, cuando le planten una cartera de ministra debajo de las narices cambiará de opinión.
Porque no olvidemos que Pedro Sánchez va a ;darle un soplo de vida a Iglesias metiendo a su compañera de cama en la mesa del consejo de ministros, simplemente incomprensible.