Más de medio siglo hemos debido esperar para escuchar un mensaje de concordia entre las orillas de un caribe infestado de víctimas, que huyeron de la opresión en busca de la tierra prometida. Dos discursos, con mil lecturas, que difuminan el fugaz apretón de manos que forzó el conciliador Mandela y que a nadie han dejado indiferente, en la isla o en su antípoda. La mayor de la Antillas y su península vecina no son Perú e Indochina, pero a Pinar del Río y a Florida las separan más que las noventa millas de distancia impresas en el mojón de cayo Hueso, donde el viejo poeta escribiera junto al mar, antes de que su precipitado final hiciera redoblar las campanas. Ambas costas están quebradas por el resentimiento y el recorrido para que los héroes de la revolución sea sólo un episodio sin edulcorar será complejo, porque no habrá lapsus que precipite la caída del muro y algunos congresistas republicanos aún toman el té, con las pastas horneadas en el Versailles de la octava avenida. Ese largo y tortuoso camino, no dista mucho del que deberemos recorrer en nuestro país si queremos mirar al futuro en libertad, sin el lastre de un pasado que ya no tiene remedio. Las víctimas del terrorismo y sus verdugos deberán pasar página, rehusando la tentación del revisionismo que remueve la memoria histórica del franquismo. Abnegación y altura de miras serán imprescindibles para que Bacardi vuelva a La Habana, pero no menos para cicatrizar las muchas bisectrices que dividen las dos españas, cimentando un proyecto común sin vencedores ni vencidos, que hoy se antoja una utopía. En sólo unos días la pequeña pantalla desvelará si tenemos al timón del estado la solvencia moral de un heredero, que sabe articular los mecanismos institucionales para aliviar la tensión ciudadana y nos ofrece la solidez que ha perdido la clase política. Sólo seis meses después de ceñirse la corona y días antes de la nochevieja, que puso final a la oligarquía de Batista, Felipe VI pronunciará su primer y esperado mensaje navideño. Serán sus múltiples asistentes y la profesional Leticia los que le ayudarán a componer el cuadro que dibujará el hijo de Sofía y cuyo guion será disecado como el patólogo busca pistas. La puesta en escena, el tono y cada palabra serán desmenuzados para que los especuladores fiscalicemos de oficio lo que hemos entendido entre líneas. Difícil tarea para un neófito, que trata de reanimar la dinastía, en un momento histórico donde todo se desmorona y cuando su papel debe ser más aglutinador que mediopensionista. Abordar la corrupción, el desempleo, la crisis, la separación de poderes, el ejército, la reforma constitucional, nuestro papel en el mundo, la cohesión social, el porvenir de nuestros jóvenes, la desvertebración del estado o la seguridad ciudadana son tareas siempre comprometidas, pero en año electoral no le arriendo las ganancias. Recordar la abdicación del su progenitor, sin citar a otros miembros menos notable de la familia o criticar la amenaza yihadista, sin referirse a los pecados de la iglesia católica, pueden resultar una tarea tan ingente como doblar una moneda. De todos modos, siempre habrá un Évole que inventará una caja blanca, quien le cuestione diga lo que diga y quien creerá que ha recibido su bendición apostólica. Repasando la hemeroteca, es un recurso fácil asimilar a Pajín y a de Guindos previendo confluencias como maestros de astrología, pero es posible que esta vez los planetas y las estrellas sí que se hayan alineado para dar una oportunidad a la paz y en la misma lengua, para que el vocablo sea más que el título de un villancico escrito en prosa. Dos generaciones después de que su abuelo finiquitara el imperio, se reencuentran los mandatarios de tres magnitudes distintas, dictando unos renglones de historia, para que la guerra nunca más vuelva a ser el denominador común entre Estados Unidos, España y Cuba. A ellos y a todos ustedes, que llenen su vida de Navidad, cada día.





