Ya de vuelta en casa es el momento de lavar los trapos sucios de la pretemporada. Vaya entrada. Webó mantiene que no se rebeló. Serra dice a través de la página web del club que hubo rebelión. Laudrup calla y pone voluntarismo para que se resuelva la situación. El entrenador tiene parte de la verdad, él sabe si lo de Webó ha sido una autoexclusión por problemas físicos o una actitud de absentismo estratégico para llamar la atención. Pero calla públicamente porque aunque sea hombre de confianza de los dueños del club y tiene la obligación de defender sus intereses, también es referencia en el vestuario y tiene la obligación de luchar por sus jugadores y mantenerlos unidos. Lo tiene complicado porque puede ser el árbitro de un conflicto en el que alguien miente o no dice toda la verdad. Que Webó diga al míster que no está para jugar no tiene mayor importancia si el míster no lo obliga a saltar al terreno de juego. Que durante el primer tiempo del partido, minutos después de la conversación Laudrup-Webó, el club emitiera una comunidad afirmando que el jugador se había negado a jugar, o sea, que estaba en rebeldía, es muy fuerte. Puede ser también una media verdad estratégica para machacar a un jugador ya machacado la pasada temporada, sometido como todos a la suspensión de pagos. Si ha sido una artimaña de Webó, malo. Tiene un contrato y si quiere irse que pague lo que tenga que pagar. Si ha sido una excusa para que el club se haya lanzado contra el jugador para ponerle entre la espada y la pared, malo. Y si Laudrup no dice lo que pasó objetivamente y entra en motivaciones del jugador, malo. Webó podrá gustar o no, puede que no haya cubierto las expectativas de su fichaje, pero se ha dejado el alma en el campo cuando lo han puesto. Si no lo quieren, que le faciliten la salida. Una temporada con Castro y Webó en plan pasotas sería terrible. Sobre todo para el espectador.





