Usted se levanta un domingo por la mañana y para leer la prensa tiene dos alternativas: o vestirse, tal vez coger el paraguas, tal vez abrigarse, puede que tenga que sacar el coche del garaje, e ir a comprar el periódico, pagando dos euros, o, en su lugar, todavía con el pijama y con el desayuno a mano, abrir el ordenador y leer no uno sino decenas de periódicos gratuitamente, a golpe de ratón. Ante esta opción, el milagro es que aún existan ediciones dominicales de los periódicos de papel. Por ello y por otros motivos menos evidentes, la difusión de los periódicos tradicionales ha ido bajando en los últimos años. La combinación de esta tendencia más la tremenda crisis económica que nos afecta ha supuesto que los anunciantes hayan abandonado en masa a la prensa tradicional, provocando la que, sin duda, es la mayor crisis de este sector en la historia de España. Los despidos se cuentan por miles, con grupos de comunicación históricos al borde del abismo. Esta crisis de la prensa tradicional equivale una crisis del periodismo, porque el papel es aún hoy la referencia profesional, tras la cual se mueve la radio, la televisión -si es que se puede decir que aún queda periodismo en ella- o, incluso, Internet. La función social de control que ejerce el periodismo está, pues, en riesgo, al borde de la desaparición, en peligro de extinción. Lo que no consiguió la censura, ni los grandes partidos, ni la intervención más descarada, puede que lo logren las nuevas tecnologías. El futuro para los editores de prensa es negro desde todos los ángulos, con una mínima excepción. En un rincón se divisa una pequeña luz en la que han concentrado sus esperanzas de supervivencia, a la que están apostando todo lo que les queda, como si estuvieran seguros de que por allí se llega a la salida: las tabletas. Esta semana que acaba, la mayor parte de los periódicos escritos españoles, incluyendo el grupo líder en Baleares, lanzó una plataforma online, “Kiosko y más”, la cual, previo pago, permitirá ver la prensa en tabletas, el nuevo e incipiente instrumento de comunicación que promete ser el vehículo dominante en el futuro. “Kiosko y más” se suma a “Orbyt”, la plataforma ya operativa y que hace un tiempo que está en el mercado. Las dos son las fórmulas españolas para competir con las aplicaciones propias de Apple, con Yahoo Livestand y Google Newsstand, que han irrumpido en un mercado aún en configuración. Esta oferta, sea en la plataforma que sea, permitirá que, pagando unos 10 euros mensuales, se pueda ver el periódico de nuestra preferencia, con una comodidad insólita, un nivel de calidad muy significativo, y con toda la interacción y multimedialidad propias de Internet. Por lo que se ha anunciado, pagando 15 euros se podría acceder a dos periódicos y, aparentemente, por algo más se dispondría de un número mayor de cabeceras. En realidad es el último cartucho que le queda al sector de la prensa: se trata de eliminar la parte industrial de la producción -los talleres, la rotativa, el reparto de los ejemplares, que no aportan nada de valor- y centrarse en que esos 10 euros financien la producción de noticias, el trabajo intelectual, la función de control que el periodismo indudablemente cumple en la sociedad. El proyecto, necesariamente atractivo comparado con el dramatismo de la alternativa, tiene un elevado riesgo de fracaso, paradójicamente generado por los propios editores de prensa. El mayor peligro de esta aventura son los propios empresarios de prensa, el propio sector. Esto sólo podrá tener éxito si, fuera del mecanismo de pago, sólo se pudiera encontrar prensa de segunda, subproductos. Si uno solo de los editores tiene la tentación de, a cambio de ser el líder en Internet, mantener su periódico gratuito online, o de crear un segundo producto en abierto, todo el invento morirá porque es muy probable que los lectores acepten un producto ligeramente peor pero gratuito que no uno mejor, si es que lo es, pero de pago. No estaremos ante la proposición tan desventajosa como la que introducía esta columna, pero poco menos.





