opinión | boda

El funcionario está en capilla

Alfonso Díez debe de estar ilusionado. Estas vísperas de boda tendrá como lectura de cabecera la portada de la revista que ha sacado del armario a la duquesa con un cuerpo todavía muy apetecible y con un par la mar de sugerentes. Pero Alfonso Díez, más que tener ilusión sería un iluso si espera encontrar en la luna de miel, o de lo que sea, un panorama anatómico tan atractivo en una anciana de 85 años, ajada por la edad y los problemas, como ese que tiene en los músculos de la boca. El señor Díez no es que sea un mozalbete ni esté como un chaval, pero todavía no es un jubilata y puede tener algún recorrido, más o menos penoso, en cuestión de mujeres. Uno se teme que la duquesa no esté como aparece en la playa de Ibiza y eso debe de saberlo, por comparación, el funcionario venido a más, aunque estos asuntos de ilusiones, mitomanías y escaladas sociales puede que sean como antes y los novios no se vean al natural, en canal, hasta después de las bendiciones. Ya se habrán preocupado los hijos de impedir o dificultar los tonteos carnales prematrimoniales, que están muy mal vistos en la aristocracia femenina a esas edades tan intempestivas. Pero no se crea el funcionario Díez que se le está aconsejando que rompa el compromiso para evitarle la desilusión de que lo que hay en portada no es lo mismo que lo que hay en la cama, que allá él. Y también allá ella por lo que pueda tener de sorpresa su hasta ahora fiel acompañante. Que se case, hombre, que esto de las duquesas aguerridas y los funcionarios mitómanos, quizá ilusos, suele ser muy divertido desde fuera.  

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