Reconozco que la palabra cubículo me da "grima" y cuando se habla de instalarlos en establecimientos de hostelería para que los fumadores no pasen el "mono" mientras comen, cenan o se tomen una copa, me recuerdan a esos espacios, que más bien parecen cárceles, que funcionan en distintos aeropuertos, donde los extractores son insuficientes para eliminar el humo, que flota sobre las cabezas de quienes se atreven a entrar. La verdad, creo que la medida sería más disuasoria que la propia ley, porque vistas algunas de las "reformas" que han hecho determinados bares, pensar en fumar en un habitáculo de este tipo me hace replantearme muy seriamente la conveniencia de dejar de fumar. Y es que prefiero aguantar un par de horas sin nicotina que meterme en un sitio como los descritos, de los que he huido en más de una ocasión, porque juro que he sentido la tentación de entrar con mascarilla, algo, a todas luces, incongruente.





