Tienen por delante los jugadores del Mallorca siete u ocho días para descansar, si es que están cansados, y para calmarse porque están de los nervios. El entrenador planteó el partido ante el Zaragoza como el más importante y los jugadores se lo tomaron tan en serio que pareció que jugaban una final atenazados por la responsabilidad de eludir el descenso. Hombre, tampoco era para tanto, pero Laudrup ha conseguido que el equipo esté prácticamente salvado, porque solo un improbable desastre total impediría una victoria o un par de empates, más que suficientes para la permanencia tal y como están las cosas por abajo. Les comió tanto el tarro que en el campo parecían almas en pena con los pies agarrotados. El ejemplo era el Chori Castro, deambulando de un lado a otro, persiguiendo la sombra del balón. En el otro extremo estaban Tejera y De Guzmán, siempre profesionales y con sentido de lo que estaba tejiendo el Zaragoza, mucho mejor dispuesto sobre el campo y con más sentido ofensivo. Probablemente haya sido uno de los peores espectáculos de la temporada ofrecidos por el Mallorca en Son Moix. Un resbalón, una expulsión y el larguero impidieron un empate justo. Pero en el fútbol no valen justicia ni suerte. Vamos a echar la culpa del triste espectáculo a los nervios, a la responsabilidad de ser el partido más importante. A partir de ahora, prácticamente salvados, ya no valen excusas anímicas. Hay que jugar.
