La política, en estos días, se une al sempiterno fútbol como fuente inagotable de entretenimiento. Sin movernos de casa, estos días hemos sido testigos de un serial de acontecimientos dignos de los mejores guionistas, que han requerido de varias tongadas de palomitas.
Esta es la secuencia de los últimos veinte días: España ha cambiado de presidente en un plis plas. Ha salido uno tras la ardua labor de conseguir aprobar sus presupuestos gracias al apoyo de un partido que días después lo ha echado del poder. El nuevo gobierno deberá defenderlos a pesar de que votó en contra y quienes lo aprobaron los van a tumbar en el Senado. El presidente entrante, desahuciado por su partido no hace mucho tiempo, ahora lo es todo para los suyos aunque para los de Podemos, que no han visto ni un cargo ministerial, se ha convertido en una decepción solo a las 24 horas de hacerle presidente. A la velocidad del rayo, se ha nombrado un equipo ministerial de mayoría femenina con un astronauta y un catalán adalid contra el independentismo catalán. La cartera de deportes se la ha llevado uno que alardeaba de no gustarle el deporte ni Hacienda. Facturaba a Ana Rosa y minoraba sus ingresos profesionales con los de su chalé en la playa a cientos de kilómetros. Ha durado 6 días en el cargo. No será porque no había avisado en Twitter de que no se llevaba estar al día con Hacienda.
El pasabolas Rafa Nadal, a quien le gustaría volver a votar, ha ganado su undécimo Roland Garros practicando un tenis soporífero según otro político que también odia el deporte.
Empieza el mundial de Rusia con un entrenador español que vuelve de ese país antes de jugar su primer partido. Pero no hay que preocuparse, no se va al paro. Se va a entrenar al campeón de la Champions que, tras tres títulos seguidos y con ayuda de un portero con manos y mente flojas, vio como se le iba su entrenador. Aquél que se despidió del fútbol dando un cabezazo a un contrario y que ahora ha aprendido a retirarse por la puerta grande. Parece que su estrella portuguesa hará lo propio y dejará el Madrid, a la vez que una importante deuda con Hacienda porque sabe estar a lo que se lleva. Y Urdangarín, a la cárcel.
Mientras tanto ha pasado desapercibido el aviso de Mario Draghi ¿alguien se ha dado cuenta de su comparecencia? El presidente del Banco Central Europeo acaba de afirmar que va a poner fin a los estímulos económicos que han permitido vivir en una ilusión desde 2015. Dinero a espuertas lanzados en la economía europea para sostenerla de manera artificial.
La economía española depende mucho, cada vez más, de los estímulos del Banco Central Europeo. Nada menos que 250.000 millones de la deuda soberana española la compra este organismo europeo. Esto se acaba.
No solo el Banco Central Europeo dejará de comprar bonos (o, lo que es lo mismo, inyectar dinero público a cambio de deuda) sino que Estados Unidos ya lo ha hecho. Y luego ¿qué?
Probablemente, el año que viene los tipos de interés subirán y se ralentizará el crecimiento. La deuda tanto pública como privada, en máximos históricos, agravarán la situación.
Una economía global muy endeudada, se convierte en vulnerable. Lo vimos en 2007.
Muchos indicadores señalan que una nueva crisis económica está al caer. Se dice que cómo máximo llegará en dos años aunque puede que antes. La excesiva deuda solo puede empeorar la situación.
Un gobierno puede combatir una crisis gastando menos de lo que ingresa pero, como sabemos, la recesión desploma la recaudación. Por tanto, con ingresos bajos, la política económica pasa por ajustes de gasto porque tirar de la deuda, con los niveles actuales, será complicado. Ajustes, la palabra maldita que aún llevamos gravada a fuego.
La retirada de los estímulos que acaba de anunciar Draghi han pasado desapercibidos entre tanta algarabía mediática. Sin embargo, noticias como ésta o la alianza entre Rusia y China para plantar cara al dólar o la Nueva Ruta de la Seda que propone el gigante asiático y la guerra comercial desatada por Trump, son noticas recientes que van a afectar al crecimiento económico y a los bolsillos de todos. También de los que celebrarán los goles de su equipo durante este Mundial o de quienes creen que Lopetegui se excedió haciendo público su contrato con el Real Madrid.
Este Mundial, veámoslo en la televisión de siempre y no en una nueva de 100 pulgadas. Pasemos las vacaciones cerca y no vayamos a miles de kilómetros de distancia. No cenemos de lujo, un pa amb oli en buena compañía pueden ser muy placentero. Todo dentro de las posibilidades de cada uno y sin derrochar. Ahorremos una parte para afrontar mejor el futuro. Por lo que pueda venir… ¡que vendrá!