Llevamos ya tres años de crisis profunda y, aún peor, no hay ningún indicio de que hayamos tocado fondo. Incluso, para algunos hasta podría ser que lo peor esté por llegar. Pero aún así, incluso en este estado lamentable, todavía quedan luminarias que piensan que se puede gastar lo que no se tiene, que se puede uno mirar el ombligo e ignorar al mundo, dándole al talonario como si aquí no hubiera pasado nada. La cuestión es muy grave porque no sólo significa que estas eminencias no acertaron en su momento, sino que no han aprendido nada; que no se han enterado, que viven en un mundo irreal, encerrados en su teoría. Ahí los tenemos, día sí, día también, en los medios de comunicación, erre que erre defendiendo al Estado como gastador, como redistribuidor de una riqueza que ya no existe porque la hemos dilapidado. ¿Por qué no defienden que el Estado sea capaz de cobrar los impuestos con justicia a todos los españoles? ¿Es que no saben que hay muchos estratos sociales que no pagan, que no han pagado nunca, que se escapan sistemáticamente? ¿Por qué en lugar de seguir protestando para que los españoles les creamos que sí, que hay que seguir gastando, no van a Alemania y le explican a la banca de aquel país que tienen que seguir prestándonos dinero? Uno pensaba que la crisis que estamos viviendo era una prueba suficiente de que no se debe gastar más de lo que se puede, pero a veces parece que las cosas aún tienen que empeorar para que algunos entiendan cómo va esto.





