No deja de ser triste que provoque sorpresa que el partido que durante más años ha gobernado España luzca la bandera de España en un acto de proclamación de su candidato a presidir el Gobierno de España. Aunque, es lógico, ateniéndonos al trato que parte de la izquierda dedica a nuestros símbolos: Con frecuencia los ignora, cuando no los desprecia o los asocia a esa “ultraderecha” que sólo existe en su imaginario.
Bienvenido sea el gesto de Pedro Sánchez. Ojalá el PSOE exhiba sin complejos la enseña nacional en todos sus actos y mítines, no sólo en la capital de España, sino también donde más falta hace, en el País Vasco, Cataluña, o Baleares sin ir más lejos.
Es difícil ser optimista en este sentido. Mientras este domingo Sánchez habló de "el cambio que une" y del "patriotismo cívico" que hará de él un presidente del gobierno "para todos", los hechos demuestran lo contrario: Los últimos movimientos del PSOE no han ido en la línea “para todos” sino en la “de todos contra el PP”, lo que le ha llevado a pactar con partidos abiertamente antiespañoles en lugares como Cataluña, Baleares o Valencia, en los que el PSOE se mimetiza con la lacra del nacionalismo independentista que tanto daño ha hecho y está haciendo a España, y que es abiertamente contrario a ese patriotismo, que ahora los cursis llaman “cívico” o “constitucional”.
Bien está, pues, que el secretario general del PSOE enarbole la bandera nacional. La misma que homenajeaba en Mallorca a las víctimas del terrorismo, a la Guardia Civil, y que su partido no restituye. Habrá que invitarle a que celebre un mitin en la rotonda de Palmanova.





