Aunque parezca un contrasentido el Mallorca regresa de Montilivi sin un solo punto a pesar de haberse hecho acreedor a los tres, al menos en la primera parte. Lago Junior y Juan Domínguez, ambos en dos ocasiones cada uno, pudieron haber liquidado el encuentro antes, mucho antes, de tiempo. Pero lo que se le resiste a Olaizola es el defecto que el equipo viene arrastrando desde que comenzó la liga: no tiene gol.
Brandon, tocado, vio el partido desde el banquillo durante una hora. Un lujo que sus compañeros no se pueden permitir. Cuando pudo entrar en juego ya era muy tarde y las fuerzas de unos y de otros empezaban a flaquear. Pero es verdad que después del descanso los visitantes dieron un paso atrás, lo que aprovechó el anfitrión para buscar a trompicones y con toda su artillería en juego la oportunidad que no encontraron más que a balón parado y en los últimos estertores del cronómetro. Juanpe avisó a la salida de un córner y repitió el ensayo, esta vez con éxito, a tres minutos de los noventa. Esfuerzo baldío.
Con un rival muy bien posicionado, presionando arriba y con una probada solidaridad defensiva entre sus hombres, el actual aspirante al ascenso directo lo pasó muy mal. Fue obligado a cometer muchas imprecisiones, a abusar a veces del juego directo con la consiguiente ventaja para la zaga balear que, además, casi siempre tuvo el sentido de la anticipación a su favor. A los bermellones les pasó lo que al estudiante que se machaca ante los libros durante toda la semana pero, por un detalle nimio o un descuido involuntario, suspende el examen.
Siempre nos quedará la sensación de que, jugando así, este equipo consolidará la permanencia, pero la continuidad del riesgo y la proporcionalidad de lo imprevisto, nos mantiene en vilo.