La cúpula de Podemos en Baleares protagonizó ayer un episodio que va de lo sorprendente a lo sonrojante: dimitió, pero sin soltar la silla. Algo así como una dimisión en diferido, es decir, una 'no' dimisión.
Todo comienza a las 9 de la mañana cuando la directiva, encabezada por Antònia Jover, convoca de urgencia a los medios de comunicación para informar acerca de la reunión mantenida este miércoles por la noche del Consell de Coordinación de la formación morada. Automáticamente, saltan las alarmas por si alguien anuncia su retirada después de la debacle en las elecciones autonómicas, insulares y municipales.
Nada más lejos de la realidad. En un lamentable ejercicio de contorsionismo argumental, Jover sale a la palestra para anunciar que "la Ejecutiva de Podemos Illes Balears pone sus cargos a disposición del Consejo Ciudadano Autonómico" que se reunirá el próximo 10 de junio -con calma, no corran- para "analizar el resultado de los comicios y dirimir el futuro del partido" pero que, en cualquier caso, la dimisión inmediata está descartada debido a la campaña que se avecina con las generales. "Sería imposible hacerlo con una dirección autonómica desmontada", dicen, y agrega Jover que "ella habría presentado su dimisión" si no se hubiera producido el adelanto electoral. La culpa de que no se vayan los responsables de la hecatombe es de Sánchez, no suya.
Con esta reacción, lo único que demuestran los dirigentes de Podemos es su enorme desprecio a la dignidad política. Cuando uno pasa de 41.824 votos, seis escaños y gobiernos autonómico, insulares y municipales, a poco más de 19.600 sufragios, un solo asiento en el Parlament y en Cort y la más absoluta irrelevancia, lo que toca es coger los bártulos y marchar.
Dimitir significa irse. Sin excusas, sin dilación. Sin convocatorias de prensa para seguir mareando la perdiz, a ver si después de esta yincana de círculos, consejos y ejecutivas hay suerte en las generales y pueden asegurarse un puesto, en dicha formación o en el híbrido con Sumar que algunos reclaman. A eso se le llama tomar el pelo a los votantes y simpatizantes que un día creyeron en dicho partido.
Podemos nació para hacer las cosas de otra manera. Su trayectoria demostró lo contrario y ahora, en su ocaso, evidencian que son tan casta como la que criticaban antes de pisar moqueta.





