La historia tiene la extravagancia de repetirse merced al empeño de unos protagonistas cambiantes. Varsovia en agosto de 1944 se levantó contra el todavía poderoso ejército alemán, con sus escasos 10.000 hombres, mujeres y niños. Entretanto, las fuerzas del ejército rojo merendaban al sol en la ribera del rio Vístula, mientras Stalin desautorizaba la ayuda inglesa, negando a los aviones de la RAF sobrevolar territorio polaco conquistado. El levantamiento fue sofocado, y Varsovia se convirtió casi en un “lago” como había ordenado el Fürher. Después de los derrotados nazis llegaron los bolcheviques victoriosos, actuando al modo y manera que ya habían practicado en las afueras de Katyn. Pero, Polonia resistió a unos y a otros y, con el Otoño de la Revoluciones de 1989, desencadenó la caída del muro. El empeño de Solidaridad, con la asistencia de polacos como Walesa o Karol Wojtyla, hizo resurgir de ese “lago” una nación en donde no hay atentados islamistas, en donde no se ven soldados con metralleta patrullando por sus calles. Una Polonia donde se va seguro por las calles y no se necesitan policías armados hasta los dientes en cada espectáculo popular. Es la Polonia que se niega a diluir su población nativa en otra importada por ‘ukase’ desde una lejana e indiferente Bruselas llena de eurócratas decadentes, con unos valores incompatibles y antagónicos con las raíces polacas. La Polonia que no verá a ninguna diputada musulmana solicitando que un futuro Parlament, imponga comida halal en las escuelas, enseñanza del islam en las aulas y cementerios propios para los musulmanes
Es la Bruselas que, comandada por la Comisión y sus Comisarios, pretende pulsar el “botón nuclear” del art. 7 del Tratado de la U.E., instando a los miembros de la Unión a que suspendan determinados derechos a la rebelde Polonia, bajo la acusación de no respetar el Estado de Derecho ni la independencia judicial ni las políticas de igualdad o inmigración. La designación de jueces o magistrados, la negativa a implantar la ideología de género en forma absoluta, la no aceptación de los cupos de inmigración, merecen, según el vicepresidente holandés Timmenmans la pérdida del voto polaco en la Comisión. Sin embargo, el Comisario holandés parece olvidar, cuando anuncia sanciones a Polonia, que en su país la constitucionalidad de las leyes no es revisable por los tribunales; que los miembros del T. Supremo de los Países Bajos son nombrados por la Cámara Baja de los Estados Generales, un T. Supremo competente en forma exclusiva para juzgar a parlamentarios, ministros y Secretarios de Estado. Es decir, en Holanda los jueces designados por los políticos son los únicos con jurisdicción para juzgarlos.
Y si se trata del país del Presidente Juncker, en Luxemburgo, los jueces de paz y de los tribunales son nombrados directamente por el Gran Duque, junto con los consejeros de la Corte y los presidentes y vicepresidentes de las cortes de distrito, todo ello con el consejo previo de la Corte Superior de Justicia. Juncker tampoco recuerda tal circunstancia constitucional en su país.
El artículo 94 de la Constitución Federal, afirma lo siguiente: “Los miembros de la Corte Constitucional Federal serán elegidos por mitades por el Bundestag y por el Bundesrat”, es decir, por el Parlamento y Senado Federales. En su punto 2, el citado artículo afirma: “Los magistrados de estos tribunales serán designados por el ministro federal competente para el respectivo ámbito, conjuntamente con una Comisión para la elección de jueces, compuesta por los ministros de los Länder competentes en su respectivo ámbito y por un número igual de miembros elegidos por el Bundestag. O sea, Merkel tampoco recuerda ese artículo cuando pide aplicar la “sanción nuclear”.
En Francia, su Constitución fija que miembros del Consejo Constitucional, tres son nombrados por el Presidente de la República, tres por el Presidente de la Asamblea Nacional y tres por el presidente del Senado. Mientras en España el reparto de vocales del C.G. del Poder Judicial, no es un intercambio de fichas para cubrir las respectivas cuotas de poder.
En conclusión, una vez más, el Ejecutivo comunitario pretende, bajo amenaza o chantaje puramente político, imponer ese pensamiento único que tanto anhela. Para él "Dar poder discrecional al ministro de Justicia para prolongar el mandato de jueces que han alcanzado la edad de jubilación, así como despedir y asignar presidentes de los tribunales, socava la independencia de los juzgados polacos”. Como también rechaza la discriminación de género que supone la introducción de una edad diferente para las juezas y para los jueces. Pero todo ello es una simple excusa: la Comisión tiene otros motivos, y uno de ellos es la imposición de la ideología de género y el aborto, rechazados por los polacos en base a sus fundamentos nacionales cristianos. Ejemplo de tal imposición es la reciente aprobación de una resolución considerando “violencia contra la mujer” la existencia de leyes que protegen a los hijos por nacer. El resultado de estas políticas está siendo que la UE se está transformando en un macro estado que sólo admite una forma de opinar. O peor, de vivir.
Sin embargo, una parte de Europa, precisamente la que ha soportado la política del partido comunista durante años, se está rebelando contra esa imposición de macro estado pseudo liberal. El Grupo Visegrado — Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia con gobiernos críticos con las políticas de unos Comisarios que ningún ciudadano europeo ha elegido—, no desea perder soberanía nacional a costa de incrementar la autocracia burócrata de Bruselas. Y a tales naciones se les ha unido la Austria de Kurz, surgida de unas elecciones democráticas y no por simple designación de desconocidos eurócratas. La U.E. del Tratado de Roma de 1957 no se asemeja en absoluto a la actual, comandada y dirigida por una caterva de desconocidos que impulsan el totalitarismo ideológico quebrando la libertad de pensamiento.





