Entre tanto coronavirus, terrazas cerradas y problemas coyunturales, en ocasiones viene bien leer alguna que otra alegría.
Esto es lo que produce comer en un pequeño Restaurante “El Pomodoro”, de la Calle San Miguel n68, un placer para el paladar.
Somos lo que leemos, comemos y sentimos y por eso para una vasca cómo yo, la comida diaria, en un lugar que me traten como en casa, con productos saludables y bien elaborados, es un verdadero placer.
Los dueños Gino y Toni Carrozzo y su familia, regentan este restaurante italiano que ofrece a diario un inmejorable menú para todos los paladares exquisitos de nuestras islas, con un trato excepcional y muy familiar.
En el último año que he comido aquí un par de veces por semana, no recuerdo ni un solo día que su gastronomía me haya defraudado.
Y todo ello a un precio más que razonable, con un menú cerrado y carta si alguien así lo desea.
Es como volver a la cocina de la abuela, con platos elaborados que inundan nuestros sentidos.
Pocos placeres tan saludables y fascinantes se pueden disfrutar y’a en los tiempos que corren, de una manera tan sencilla.
Una buena conversación con la familia Carrozzo, en la cocina madre e hija y los ayudantes que necesitan para dar de comer a tantos comensales, explicándonos cada día como han elaborado la receta del día, con pasión y un gusto exquisito por lo que hacen.
Es un placer ver cómo hay personas que disfrutan todavía de su trabajo u de hacer felices a los demás, ayudándonos a algo simple, aunque muy necesario cómo es dar gusto a nuestro paladar y alimentar nuestras almas.
Un enorme agradecimiento desde aquí a esta familia y una recomendación a mis queridos clientes de elegir este lugar cualquier día de la semana y fin de semana, a excepción de los lunes, para disfrutar del pequeño placer de comer como si volviéramos a nuestra infancia cuando la mâmma cocinaba para nosotros.
Estos son los pequeños regalos que nos hace la vida todavía y que nos acercan a la codiciada felicidad.