Ustedes verán: no me puedo creer ni que un presidente de las Cortes considere que la corbata sea un patrimonio nacional como para destacar que alguien no la lleve, ni me puedo creer que se pueda aducir que uno va sin corbata para ahorrar energía. No, ninguna de las dos cosas son verosímiles. El uno porque convierte una tontería en un tema digno de interrumpir una sesión del Parlamento y el otro porque, pintoresco y ridículo hasta la extenuación, sostiene lo insostenible.
