Hace años, muchos de los que ahora se ven inmersos en la investigación inherente a la instrucción de una causa judicial (ya sea en calidad de investigados, o en calidad de testigos), jamás pudieron llegar imaginar que algún día sucedería lo que está sucediendo.
Era flagrante y todo el mundo sabía, que las cosas (al menos algunas), no se hacían de forma correcta, conforme a la Ley, y sin embargo, parecía existir un consentimiento tácito global que amparaba verdaderas conductas delictivas. Quizás en el fondo, hay muchos más responsables por haber callado que responsables por haber delinquido.
Es curioso sin embargo, que siendo ésta la situación, en la actualidad, los bancos se la sigan jugando día a día. Y no sólo quienes ocupan sillones en los consejos de administración, sino lo que es más preocupante, los empleados de las miles de oficinas bancarias, subordinados a las directrices que marcan quienes les ofrecen “bonus” a cambio de estabilidad y prosperidad en su puesto de trabajo.
Debo decir antes de continuar que algunos de mis mejores amigos y amigas trabajan en entidades bancarias desde hace años, y son personas honradas, trabajadoras y buenos profesionales, excelentes incluso. Por eso les dedico a ellos este artículo, porque a veces, las directrices marcadas desde arriba y consentidas por los Poderes Públicos de forma descarada, rozan la ilegalidad o la desbordan por completo.
Y los más desprotegidos son, sin duda alguna, nuestros mayores. No nos engañemos, digan lo que digan los que gobiernan, en el banco les siguen endosando productos con riesgo inasumible para quien no sabe distinguir entre una cuenta corriente y un depósito; los bancos continúan cobrando comisiones amparadas en nuevas condiciones particulares tan nulas como lo ha sido la cláusula suelo; continúan incluyendo condiciones abusivas en el clausulado general de sus contratos de constitución de hipoteca, o de concesión de préstamos personales; hacen firmar documentos incomprensibles a personas a las que les cuesta firmar incluso.
La desprotección es absoluta. Tanto da que tengas más de noventa años, como que seas profesional liberal licenciado en económicas en Harvard, antes o después tendrás que ir a tu sucursal, contando hasta diez antes de entrar, para que te devuelvan por enésima vez una comisión cobrada indebidamente pero, eso sí, periódicamente.
Ello no obstante, se producirá en breve un giro radical en la forma de gestionar los servicios bancarios. Calidad será equivalente a honradez, a fiabilidad, a proximidad y cercanía ciertas y no impostadas para vender productos. De hecho algunas entidades bancarias ya actúan desde ese prisma con muy buenos resultados.
El sistema actual no puede aguantar. Cualquier día un ciudadano de a pié interpondrá una denuncia por estafa y la fiscalía decidirá que si hay motivos para perseguir conductas que hasta ahora nunca se habían perseguido. Porque seamos serios: convencer a una persona mayor que no sabe escribir, para que estampe su huella en un contrato bancario para invertir en bolsa su dinero, es una estafa, no es un servicio bancario sin más que pueda quedar impune.
¿Qué sucederá el día que la fiscalía y el Juzgado decidan abrir procedimiento contra un empleado de banca? ¿Recibirá la protección y apoyo de sus directivos? ¿Recibirá el respaldo económico y moral del Consejo de Administración? ¿O el castillo de naipes caerá como ha caído en otros sectores y el “sálvese quien pueda” acabará, como siempre, con la reputación de los más débiles?