La ideología de género se ha introducido de tal manera en la sociedad que es llevada a la práctica en muchas facetas de la vida cotidiana de las personas, afectando especialmente a los más pequeños ya en el proceso educativo.
Hay que advertir de las consecuencias que la ideología de género tiene para la sociedad. La primera de ellas es sobre la familia de siempre, fundamentada en el matrimonio, la primera de las instituciones que es necesario destruir, o deconstruir.
La familia es culpable, según esta ideología, de imponer artificialmente los roles masculino y femenino a los hijos que educa, por lo que se ve, un grave delito que hay que erradicar.
La maternidad es el segundo peligro para esta corriente de pensamiento. La figura de la madre constituye el auge de la sumisión y de la represión sexual que no debe existir. Es necesario liberar a la mujer de la maternidad por medio de los anticonceptivos y del aborto. Eso es al menos lo que piensan sus defensores.
El tercer peligro a erradicar para los ideólogos de género es la religión, la causa principal de opresión de la mujer.
La ideología de género, falta de un razonamiento ordenado, claro y simple, que a buen seguro provocaría un gran rechazo en la opinión pública, recurre a técnicas de manipulación del lenguaje que conforman el llamado trasbordo ideológico inadvertido, de efectos tan o más persuasivos.
Esta ideología es contraria a todo conocimiento científico y, obviamente, a toda antropología humana. No es feminismo porque no persigue la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, sino que simplemente persigue conseguir la igualdad a base de eliminar la condición de hombre y de mujer.
No resuelve los derechos de la mujer sean a su integridad y seguridad, sea a la conciliación a la vida laboral y familiar, sea al trabajo o a la promoción profesional y salarial y devalúan el papel de la familia.
Esperemos que los próximos resultados electorales nos den la oportunidad de ir erradicando de nuestras vidas la patraña que nos quieren vender a todas horas.