Ya he lamentado que el presidente del Fomento del turismo, Pedro Iriondo, haya sido atacado tan duramente por unas declaraciones bastante lamentables, como si quienes le critican fueran inmaculados y no hubieran roto un plato en su vida. Pero hoy quería poner a Iriondo frente a sus palabras. Pongamos que tiene razón. Desde luego, algo de verdad hay en sus comentarios, sobre todo cuando se pregunta cómo una persona que no conoce la sobrasada o la ensaimada, puede venderla a un visitante extranjero. Es cierto, uno no se espera que un japonés te explique en Jerez cómo son los caballos andaluces, ni que un sudafricano haga de gondolero en Venecia. Pero, señalado esto, ¿qué hacen en los hoteles estas personas desconocedoras de nuestra realidad? ¿Han irrumpido en contra de los deseos del sector turístico? ¿Es que han invadido nuestras tierras para dañar a nuestro turismo? O, por el contrario, ¿no será que los asociados al Fomento del Turismo, frecuentemente con el objetivo de pagar salarios más bajos, han escogido perfiles profesionales cuyos conocimientos de la cultura local son mínimos? ¿No será más bien que alguien, irresponsablemente, ha optado por despreciar los requisitos que hasta el propio Iriondo demandaría a un empleado de hotel, para cubrir las plazas sin el menor rigor?
