Quien lo ha visto y quien lo ve

En el Trofeo Ciudad de Palma no sólo participaron los mejores equipos de España, Europa y Sudamérica, sino que fue un torneo veraniego a la altura de los más prestigiosos como el Teresa Herrera de A Coruña, también venido a menos, o el Ramón de Carranza, en Cádiz, que mantiene una cierta aureola.

Hace años que los equipos invitados son de perfil bajo, ignoro si por cuestiones económicas o para que el Mallorca no se presente ante su afición para sufrir una derrota y generar dudas, pero lo más preocupante es la organización en si misma y la impresión de que no estamos más que ante un partido amistoso al que se vincula con el torneo para cumplir con el trámite.

De aquella cita ineludible cuyo ganador recibía una obra artísticamente elaborada por orfebres cordobeses, hemos pasado a una copa adquirida en la tienda de la esquina; y de llenar literalmente el Lluis Sitjar a no llegar a la mitad de los abonados que asegura tener el club, otro de los misterios insondables de la casa en la que, por lo que se ve, se suscriben aficionados que después no acuden a sus localidades.

No queda nada de aquella iniciativa promovida en Cort por Bartolomé Ramón Jaume, seguida por Guillermo Oliver Salas y abrillantada por José Buades Costa; de aquellos partidos del Real Madrid y el Barça o del Mallorca goleando al mismísimo Valencia. Y es que la historia del otrora luminoso Ciudad de Palma ha sido otro de los capítulos peor tratados, sino ignorados, por la sumisa comisión organizadora de los actos de un centenario dedicado hasta ahora exclusivamente a glosar la etapa entre 1998 y el 2012 y algunos de sus protagonistas, con cuidado extremo de dejar a Utz Claassen en buen lugar.

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