El final del trimestre siempre es un buen momento para hacer balances y análisis de cómo ha funcionado el primer tramo del curso escolar. Estas semanas, todos los centros educativos estamos inmersos en las tremebundas sesiones de evaluación. En este sentido, hemos de reconocer que una de las buenas cosas que ha traído la LOMLOE es que estas reuniones han dejado de ser sesiones de bingo en las que los docentes cantaban notas sin ton ni son para dar paso a reuniones cualitativas en las que se pone al alumno en el centro y se intentan analizar sus debilidades o alabar sus fortalezas.
Pero el análisis educativo no tiene que quedar únicamente en lo que pasa en nuestro centro escolar porque éste, tan solo, es un granito de arena entre la multitud de colegios que conviven en nuestro país. Así pues, armándome de valor he dedicado un tiempo de lectura al análisis de algunos datos que me parecen interesantes para soslayar si estamos caminando en la dirección correcta o no.
En el año 2012, el gasto en educación superó los cuarenta y seis mil millones de euros. En el 2022, superó los sesenta y un mil. Esto representa un incremento algo superior al treinta por ciento en una década. También el número de alumnos se ha incrementado entorno a los cien mil.
Con este incremento en el gasto público, ¿estamos obteniendo los resultados deseados? Siempre nos hemos intentado comparar, educativamente hablando, a países como Finlandia, Noruega, Luxemburgo, etcétera. Veamos, entonces.
En España, el gasto por alumno en la ESO supera los siete mil ochocientos euros. La media de la UE es de siete mil doscientos. El dato en España representa el 27% del PIB per cápita mientras que en Luxemburgo, Francia, Finlandia o Dinamarca se sitúa entre el 22 y el 26%.
Si nos referimos al número de alumnos por profesor, la media española se sitúa en el 11,4. Baleares lo hace en el 10,5 y comunidades autónomas aventajadas educativamente hablando como Cataluña o País Vasco tienen un profesor por cada doce alumnos respectivamente. Si este dato lo extrapolamos a nivel global, la media en países como Finlandia es de casi trece alumnos por profesor; en Francia es de quince alumnos y en Dinamarca, de doce.
A priori con estos datos encima de la mesa y extraídos de la estadística del Ministerio de Educación, gastamos más dinero en educación porque pensábamos que ésta era la solución para mejorar los datos educativos, y tenemos menos alumnos por profesor porque pensábamos que así se podría atender mejor al alumno.
Pero la realidad es bien diferente. Baleares sigue a la cola de los datos educativos en nuestro país y nuestro país sigue a la cola con respecto a otros países europeos. Por tanto, la solución no es la cantidad de dinero que se gasta sino cómo lo gastamos y tampoco la solución pasa por tener menos alumnos por aula sino por cómo trabajar con esos alumnos.
Y ahora que llega el momento de escribir la carta a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, yo pido a nuestros políticos que en sus programas electorales incluyan medidas que de verdad ayuden a mejorar el sistema y se alejen de titulares de prensa baratos, porque al final, lo barato sale caro.