La posición existencial pone de relieve un conflicto que fluye de la confrontación del individuo con las preocupaciones supremas de la existencia del ser humano.
Cuatro son, la primera: LA MUERTE: existimos ahora, pero un día dejaremos de ser. El conflicto existencial central lo constituye la tensión entre la inevitabilidad de la muerte y el deseo de continuar existiendo.
Todos tenemos una raya a la cual llegar. Como dice el grupoanalista vasco, el dr. Ayerra, “la muerte con ser una de las experiencias mas cotidianas a la que asistimos los seres humanos, no puede ser experimentada por los vivos, impidiendo que nadie pueda hablar con certeza del conocimiento de ella. Nadie ha regresado después de haber muerto para narrar su experiencia. Que no podamos morirnos un tiempo y resucitar posteriormente, condiciona que las teorizaciones e ideas que sobre la muerte formulamos no pertenezcan a ella, sino que son aspectos proyectivos de lo conocido por nosotros que es la vida.
El concepto de muerte se comporta, por tanto, como pantalla en la que se proyectan las experiencias agradables o desagradables, deseos y temores, haciendo que de ella existan diversas interpretaciones. Pronto o tarde si uno vive lo suficiente, tendrá que confrontarse: primeramente a la experiencia de muerte de los de alrededor para finalmente encarar la de uno mismo, por lo que es conveniente interesarse por un asignatura tan fundamental en la vida de todos”.
La muerte no llega ni antes ni después, llega cuando le place. Ahora bien tenemos la certeza que nadie se muere la víspera. Morir es un instante, no así el proceso de morir que puede ser largo y doloroso.
Como dice Stefan Zweig “no basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, mas importante, mas fecunda y alegre”. El pasado es irrecuperable. Y como dice un sabio “la vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero solo puede ser vivida mirando hacia delante”. Otro sabio nos recuerda que “nadie envejece por vivir, sino por perder el interés de vivir”. En fin uno debe de tener temor a la vida no a la muerte.
Lo peor de la muerte es que nos amargue la vida.
La segunda preocupación existencial: LA LIBERTAD: El ser humano no entra ni sale a un universo bien estructurado, que tiene un diseño inherente. Somos enteramente responsables, es decir, autores del diseño de la vida, de las elecciones y de las acciones.
Recuerden donde no puedan amar pasen de largo.
Y no olviden mi mantra lazariano del 2016: aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria pero nunca en doma.





