Javier Torres, decano del COPIB

"Debemos promover una educación que fomente el respeto ante el dolor de los demás por la muerte"

La celebración de la festividad del Día de Todos los Santos puede valorarse teniendo en cuenta diversas perspectivas, desde la histórica o la cultural hasta la emocional o la psicológica, entre otras. Para hablar en estas fechas de todo ello, mallorcadiario.com ha entrevistado al decano del Col·legi Oficial de Psicologia de les Illes Balears (COPIB), Javier Torres.

Para nuestros abuelos, nuestros padres y nosotros mismos, el 1 de noviembre era y es el Día de Todos los Santos. Para nuestros hijos, el 1 de noviembre es la jornada posterior a la fiesta de Halloween, a los disfraces más variopintos, a las calabazas iluminadas y al "truco o trato". En nuestra sociedad, hay quienes creen que hemos ganado con ese cambio y hay quienes consideran que hemos perdido.

"Más que hablar de ganancia o de pérdida, hablaría de adaptación cultural. Halloween, celebrado el 31 de octubre, se ha ido incorporando a nuestra sociedad con un marcado componente lúdico y comercial. Sin embargo, eso no ha eliminado la tradición de Todos los Santos del día siguiente", valora inicialmente el decano del COPIB, Javier Torres.

En su opinión, ambas fiestas son "celebraciones distintas que pueden convivir, una vinculada al juego y la diversión, y otra al recuerdo y la memoria". En ese sentido, "lo importante es no perder el valor simbólico que tienen estas fechas para el encuentro familiar y el homenaje a quienes nos precedieron".

TRADICIÓN Y RECUERDO

Ese homenaje se hará ahora de nuevo patente un año más, en concreto este fin de semana, pues a pesar de vivir en una sociedad quizás cada vez más secularizada y descreída, los principales cementerios españoles se llenarán con decenas de miles de personas hay sábado y mañana domingo.

Torres atribuye este hecho a que "sigue siendo una tradición profundamente arraigada visitar las tumbas de los seres queridos con motivo de la festividad de Todos los Santos, independientemente de que la sociedad avance hacia una mayor secularización" en muchos lugares.

"Es una tradición y una forma de recordar y rendir homenaje a quienes ya no están, un gesto de respeto y continuidad afectiva", destaca el decano del COPIB. Quizás en estos tiempos "no se viva con el recogimiento religioso" de antaño, "pero se mantiene la esencia de honrar la memoria de los fallecidos".

VISITAS SECULARES

En nuestras visitas a los cementerios, a veces prevalece un sentimiento de dolor y de duelo por el familiar que perdimos, mientras que otras veces predomina un sentimiento de sereno recuerdo hacia quienes ya no están. "Depende de las circunstancias personales", especifica nuestro interlocutor, para añadir: "No es lo mismo visitar la tumba de alguien fallecido recientemente, cuando los recuerdos y los sentimientos siguen aflorando, que la de un familiar que murió hace años".

También influye "cómo se ha gestionado el proceso de duelo, la aceptación de la pérdida y la vuelta a la normalidad". De hecho, "en algunos casos se logra integrar la ausencia en la vida cotidiana, mientras que en otros —como la pérdida de un hijo— no se supera, sino que se aprende a convivir con ella".

Un ejemplo muy claro sobre este último punto sería el de la película La habitación del hijo, de Nanni Moretti, en donde el propio director interpreta el papel de un psicoanalista que pierde a su hijo pequeño en un accidente. El filme narra el proceso de dolor y de duelo que vive la familia a partir de entonces. Esta obra maestra obtuvo varios reconocimientos en todo el mundo, incluida la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2001.

TRAS LA PANDEMIA

Las personas que nacimos en los años cincuenta o sesenta solemos tener la impresión de que nuestros familiares hablaban de la muerte con bastante naturalidad, incluso en sus conversaciones cotidianas. Ahora, en cambio, parecería que en muchas casas se habla poco o nada de la desaparición física.

Esta percepción no es compartida, sin embargo, por Torres: "No estoy del todo de acuerdo en que se hable menos. De hecho, creo que cada vez se normaliza más el diálogo sobre la muerte". Aun así, reconoce que "es cierto que nadie nos enseña cómo hacerlo, porque en muchos casos genera ansiedad o miedo por ser un tema desconocido". En cualquier caso, "hablar abiertamente de la muerte puede ayudar a muchas personas a afrontarla con serenidad cuando llegue el momento".

A su juicio, la reciente pandemia del coronavirus no habría contribuido a silenciar el tema de la muerte entre nosotros, sino que, de alguna forma, habría evidenciado de manera patente "la necesidad de hablar más sobre el final de la vida y sobre cómo acompañar emocionalmente a quien sufre una pérdida".

EN LAS REDES

Por otra parte, resulta innegable que en las dos últimas décadas las redes sociales están ofreciendo sobre esta cuestión una perspectiva emocional completamente desconocida tiempo atrás, pues hoy los reels más vistos suelen ser aquellos de catástrofes o de atentados en donde aparecen explícitamente numerosos muertos en las imágenes.

Ramos de flores y velas como muestra de duelo por George Michael

"Vivimos en una era dominada por la inmediatez y la exposición constante. Las redes sociales se han convertido en un medio de expansión de información e imágenes, amplificado el acceso a todo tipo de contenidos, también a los más dolorosos", critica el decano del COPIB.

Se graba todo lo que acontece para "compartirlo". En ese contexto, "el sufrimiento y las catástrofes ajenas, desgraciadamente, despiertan curiosidad y hasta morbo, porque forma parte de la naturaleza humana". Por eso, recalca Torres a continuación, es muy importante "promover una educación emocional y mediática que fomente el respeto ante el dolor de los demás y ayude a comprender las consecuencias de esa banalización de la tragedia".

DUELO Y LUTO

Por último, le preguntamos a Torres por la interrelación que existiría entre el duelo y el luto. Tal como explica muy bien, el duelo es "el proceso psicológico que se desencadena ante una pérdida significativa: la muerte, un abandono o cualquier forma de ausencia". A partir de ahí, "cada persona lo vive de manera distinta y puede experimentar síntomas emocionales y físicos como tristeza, ansiedad, miedo, culpa o bloqueo emocional".

Partiendo de esa premisa, puede afirmarse también que el duelo es "una herida que requiere de un tiempo para su cicatrización, y ese tiempo es diferente para cada persona". El luto, en cambio, es "la expresión y la demostración externa, más o menos formalizada, que tienen las personas o los grupos de personas para responder frente a la muerte de un familiar, un ser querido o un conocido".

Así pues, "el luto constituye la muestra externa de sentimientos y de muestras de respeto cuando una persona fallece, pudiendo reflejarse en los comportamientos, tiempos de duelo, forma de vestir, etcétera". Todo ello, sin olvidar que el luto "ha ido evolucionando en nuestra sociedad".

En un mundo en donde los cambios son hoy constantes en casi todos los ámbitos, tal vez lo único que no haya cambiado aún sea la necesidad que tenemos todos los seres humanos de honorar a través del recuerdo. Como escribió en cierta ocasión la escritora y editora norteamericana L. R. Knost, "mientras recordemos a quienes hemos perdido, nunca estarán realmente lejos".

 

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