La caricatura circense que les relataba la pasada semana se quedó muy corta tras conocerse el jueves pasado el esperado informe de la UCO. Con Sánchez, la realidad siempre supera a la ficción y, por más que exprima mi imaginación jamás logro siquiera acercarme al infame cutrerío de esta corrupción mafiosa y putera que rodea al presidente del Gobierno.
Pero el ruido doméstico está disimulando la insostenible posición del Ejecutivo -y de España, a su rebufo- sobre el conflicto entre Israel e Irán. Como acertadamente manifestó ayer el canciller alemán Friedrich Merz, Israel está ejecutando en Irán el trabajo sucio que una Europa acomplejada y unos impredecibles EEUU no han querido hacer para evitar un holocausto nuclear.
Porque tras Irán no solo están los atentados y secuestros de Hamás en Israel de octubre de 2023, sino el sostenimiento de todo cuanto grupúsculo islamista radical y asesino hay en el ámbito planetario y de toda cuanta formación política antisistema está pudriendo los cimientos de la Unión Europea.
El apestoso régimen de los Ayatolás tiene, además, subyugado desde hace más de 45 años a uno de los pueblos más cultivados y avanzados en todos los sentidos de Oriente próximo, masacrando a la disidencia, tratando a las mujeres como a seres inferiores propiedad de los varones y asesinando sistemáticamente a homosexuales. Todo un ejemplo de progresía.
Sin embargo, la alianza de Irán con potencias comunistas (o comunistoides) como China o Rusia y con repúblicas bananero-bolivarianas como Venezuela o Cuba y, sobre todo, el que sea enemigo declarado de la civilización occidental, le convierte automáticamente en aliado de facto de la izquierda española, incapaz de condenar ninguno de sus execrables crímenes y absolutamente complaciente con su programa nuclear, diseñado para exterminar al pueblo judío. Ese tradicional antisemitismo de la progresía patria, que alinea a este PSOE sanchista, a Podemos, a Sumar, a Bildu, a ERC y demás con Teherán, es la guinda del pastel que nos faltaba.
El Gobierno español y su lamentable ministro de asuntos exteriores, José Manuel Albares, no pierden ocasión de meter la pata en el ámbito internacional y comprometer a un pueblo que no los merece, y eso acabará costándonos muy caro en un breve plazo, porque España no es de fiar en la escena internacional y últimamente se equivoca siempre de aliados.
Y, como con la corrupción y el latrocinio, esta lacra tiene también nombre y apellidos: Pedro Sánchez Pérez-Castejón.