La reunión entre los partidos del Pacte para valorar la evolucion de los 'Acords pel canvi' se desarrolló este miércoles según lo marcado en el guión. Ningún sobresalto. Nada sobre las acusaciones de deslealtad y falta de credibilidad de Podem a Més que habíamos escuchado hace pocas semanas, de la misma manera que tampoco se habló de los recelos del PSOE a nombrar a Bel Busques como vicepresidenta o la desconfianza constante del partido de Armengol hacia los de Mae de la Concha.
Como no podía ser de otra forma, los partidos que sustentan el Govern reafirmaron su unión política para los 15 meses que quedan de legislatura, dejando una puerta abierta a reeditar la fórmula tras las elecciones autonómicas del 2019. Llama la atención que el único elemento para justificar esta comunión ideológica no fuera otro que impedir a toda costa que se forme un gobierno entre el Partido Popular y Ciudadanos. Es difícil valorar el rédito en votos que tiene esta idea y da la sensación de que es una fórmula políticamente correcta para no entrar en más detalles, máxime cuando las encuentas conocidas arrojan una bajada de Més y Podem que no bastaría al PSOE para reeditar un Govern del Pacte.
Lo oportuno es esperar a las elecciones y calibrar las fuerzas de todas las formaciones. Curiosamente, el Pi es un elemento que los partidos de izquierda no incluyeron en la ecuación despejada este miércoles, de igual forma que nadie comentó que la conformación de otras mayorías igual pasa por incorporar al partido de Jaume Font, dejando fuera alguno de los actuales partidos del Pacte.
De estar tan seguros de su fórmula y convencidos de que su opción es la mejor solución a los problemas de los ciudadanos de Balerars, lo más nítido sería acudir a las elecciones en una coalición de todos los partidos del actual Pacte. Pero esa hipótesis seguro que no entra en sus planes y el tacticismo, a la espera de la cita electoral que dará a cada uno su peso específico en el panorama político, se limita a identificar un adversaro común, sin más consideraciones.
