Seguimos a oscuras

No sé por dónde empezar. Me entristece pensar que los españoles somos una raza agresiva contra todo lo que no nos gusta. Somos capaces de mentir con tal de destrozar al contrario. Nos pasa en todas las cosas de la vida. Matamos por celos, odios y deudas de honor, de amor o de dinero. El mundo es mío y el resto no tiene derecho a ser nada. Odiamos al del otro equipo de fútbol, al otro que aplaude la tauromaquia del que no es mi santo de devoción. Seguimos inmersos en la cultura alemana que nos dejaron los Godos. Catalunya es libre de reyes, señores y tribus de otras tierras. Los separatistas vascos no quieren en su pueblo ni españoles, ni gitanos. Lo mismo pasa en Mallorca. Si eres de derecha o izquierda, ya no eres de los míos: Na Margalida, nostra. Desde hace siglos nos enfrentamos unos a otros empujados por los poderes reales de la sociedad. Los que nadan, los que tienen el capital, la iglesia y los políticos. El pueblo es el arma que utiliza el poder para seguir mandando. La derecha, es decir, el conservadurismo nos hace creer que solamente la continuidad de ellos en el poder garantizará nuestro futuro. La izquierda, es decir, el progresismo nos hace creer que únicamente si ellos gobiernan, tendremos un futuro nuevo en el que nosotros mandaremos, nos haremos ricos, y de paso putearemos a nuestros enemigos, que se convierten en el enemigo del Estado. Y así vamos. Cuando la Dana en Valencia pedí la dimisión del equipo de Mazón y del Gobierno de Sánchez que no supieron gestionar la catástrofe. Ahora, hay que pedir la dimisión de la responsable de la Red y de los ministros que, sabiendo que esto pasaría, no tomaron las decisiones preventivas para no caer en un apagón  general. Me da vergüenza pensar que ellos piensan que si se mueren personas es aceptable porque lo que de verdad importa es que sigan mandando ellos. No aprendemos nada. ¿Recuerdan, estimados lectores, la torrentada de Mallorca? El 9 de octubre de 2018, a las 19:30 horas, el torrente de Ses Planes desbordó el cauce de hormigón que lo reviste a su paso por el municipio mallorquín de Sant Llorenç des Cardassar. 13 personas murieron y se calculó en unos 100 millones de euros los daños económicos. Ese mismo año, la isla de Menorca quedó sin luz durante dos días. El Ayuntamiento de Palma aprobó el desmantelamiento semanal del poblado de Son Banya. Matas y Urdangarin entraron en la cárcel y Cursach pagó un millón de euros para salir. Gobernaba Francina Armengol y el PP, escondido en las cloacas, lloraba su desdicha al ver cómo su partido se partía por la codicia de algunos de sus afiliados. Por eso, no fueron capaces de hacer su trabajo como oposición. La Dana de Valencia terminará con el suplicio del equipo de Mazón, cuando la justicia ponga a cada cual en su lugar, condene y castigue con penas de prisión a los que no supieron cumplir con sus obligaciones. Tanto la Comunidad y ayuntamientos del PP, como la delegada, los ministros y el propio Gobierno de España. Lo veremos y cada palo aguantará su vela. En el apagón, como en todas las grandes desgracias relacionadas con los problemas del medio ambiente y la intervención humana, también se llegará a determinar responsabilidades. Se hará, porque ha habido muchas empresas afectadas, que querrán cobrar indemnizaciones. Y en este caso, y lo siento, Sánchez, no hay nadie del PP a quien culpar. Pero dicho esto, me duele que no seamos capaces de exigir a nuestros gobernantes más responsabilidad y más trabajo en bien de todos. Es hora de pagar a Hacienda y, si no fuera un delito, les pediría que no paguen. Que se jodan y aprendan. Recuerden que nosotros les pagamos el sueldo, la casa, el coche o el avión, la secretaría, la amante, el amante, las copas, las drogas y el retiro. El problema es que en España únicamente importa el fútbol, la tele y el poder. Siempre el poder.