No sé por qué esta tarde me ha venido a la cabeza la sentencia de un alto ex ejecutivo del club al afirmar que “mientras esté Molango, el Mallorca nunca ascenderá a primera división”. Menos mal que no dijo nada de Segunda, ni tampoco de Tercera (¡oiga!, no mente usted al diablo).
Al contrario que en Roma, doce confluían todos los caminos, ninguno de los emprendidos hasta la fecha desde Son Moix como punto de partida, conducen a tan ambicioso y añorado objetivo. Y es que cuando uno es incapaz de reconocer sus limitaciones y, además, cree haber inventado el negocio del fútbol, que no es precisamente el de Robert Sarver, está condenado a repetir y purgar sus errores.
La planificación de la plantilla ha vuelto a ser un verdadero desastre, no porque salte a la vista la necesidad de al menos un lateral, un centrocampista y un delantero centro, sino porque el resto apenas reúnen condiciones y personalidad para afrontar un ascenso imprescindible y urgente.
Tampoco Vicente Moreno se muestra excesivamente valiente, tal vez porque percibe la endeblez de los recursos puestos a su disposición, pero más pronto que tarde tendrá que tomar medidas, prescindir de jugadores que exhiben escaso compromiso y probar cosas nuevas. En este equipo en el que todos juegan para Lago y Lago juega por y para todos, mantenerle pegado a la banda izquierda, que tampoco es su lado bueno, priva a la artillería de su tirador más inspirado, sobre todo cuando por este carril puede entrar Bryan o el defenestrado James. Haberlo pensado antes.
Todo forma parte del permanente desaguisado de la institución que dentro de dos meses tendrá que pagar nueve millones de euros o, lo que es lo mismo, invertir el traspaso de Brandon y otras menudencias no en mejorar el plantel, sino en evitarle al dueño nuevos dispendios.





