Martí no tiene motivos para estarle agradecido a Fernando Vázquez, que no lo quiso en su primera etapa al frente del Mallorca. Tampoco los tiene para odiarle porque han pasado más de quince años y el tiempo lo cura todo. O casi todo.
También Robles pagó el ostracismo al que le sometió el gallego y ahora parece ser el turno de Brandon, condenado al banquillo en beneficio de compañeros de vuelta al estilo de Arana, sustituido en la presente convocatoria por el joven Paul Roigé, una de las apuestas de Maheta Molango que lleva semanas en la grada a la que por supuesto regresa Coro, toda vez que se reintegran Oriol, Timon y Damiá y no es preciso que haga bulto.
La baja de Colunga, puesto que la de Costas se ha prolongado para desgracia rojilla, es menos importante que las de Vitolo y Suso en los visitantes. A falta de confirmar la del segundo, su colega es el encargado de poner orden y equilibrio en un Tenerife al que el técnico mallorquín ha dotado de carácter, buena colocación y amor propio. No tiene mejor plantilla y sin embargo lo parece. De ahí el mérito. Estaba en peligro de muerte y lucha por superar los cinco puntos que le separan del play off, una meta hoy día ya difícil si tenemos en cuenta la cantidad de equipos que matemáticamente aún tienen opciones. Y en esta oportunidad no hay empate que valga.
No sirve a ninguno de los contendientes, puesto que la aspiración chicharrera habría perdido toda posibilidad y el abismo del descenso no se alejaría tampoco lo suficiente de los límites de Son Moix. No cabe la emoción, pero si el interés.