Sólo huyen los borrachos y drogados

Todo conductor o conductora que tras causar un accidente se da a la fuga sin siquiera pedir auxilio con su teléfono móvil es porque conducía bajo la influencia del alcohol, de las drogas o de ambas cosas. Esta deducción no es caprichosa, sino fruto de mi experiencia en los 19 años que fui guardia civil, 15 de ellos en atestados de la Agrupación de Tráfico. En esos años las vi de todos los colores, pero nunca jamás vi a nadie que provocase un accidente y se largase del lugar como si nada hubiese pasado, si no era porque tenía un delito mayor que ocultar.

Poner los pies en polvorosa, cuando no resultaba todo un éxito, sí salía mucho más rentable que quedarse allí esperando la llegada de la Guardia Civil o de la Policía Local, porque en muy raras ocasiones se condenaba por el delito de omisión del deber de socorro al conductor huido, una vez que se lograba su identificación, localización y puesta a disposición judicial. En la práctica, la víctima muy raramente quedaba en una situación de desamparo y en peligro manifiesto y grave, pues solía haber testigos que salvaban esa situación de desamparo.

El aumento exponencial de las sanciones por conducir borracho o drogado, vino acompañado de un incremento notable de accidentes con fuga. Para sancionar con mayor dureza ese despreciable comportamiento, en 2019 se modificó el Código Penal y se tipificó el abandono voluntario del lugar del siniestro tras causar un accidente con muertos o heridos graves, sin prestar auxilio a las víctimas. Ahora se castiga con una pena de seis meses a cuatro años de cárcel y retirada del permiso de conducir de uno a cuatro años, si el accidente no fue fortuito. Pero aún así, fugarse tiene premio porque se libra uno de que le hagan la prueba de detección de alcohol o drogas.

El juez ha dejado en libertad a la conductora que el día 6 de abril atropelló a un motorista en s’Arenal, causándole la amputación de un pie. Ella se dio a la fuga y únicamente decidió entregarse a la Policía cuando vio que su vehículo había sido identificado gracias a la profesional labor de los investigadores y por tanto, se vio acorralada y sin posibilidad de mantenerse incólume. Alegó cínicamente que se quedó en estado de shock y que por eso se fue del lugar. Más chocada quedó su víctima y eso no le importó una mierda. Es la mentira más habitual porque alguien que no tiene nada que ocultar no escapa; y además, la lógica impresión del accidente hace que uno se quede paralizado y pida auxilio, no que huya y esconda el vehículo una semana. Pero transcurrido ese tiempo es imposible demostrar que conducía borracha o drogada, así que el juez la ha dejado en libertad hasta que haya el juicio.

El seguro obligatorio indemnizará al motociclista y ella, con toda probabilidad, sólo será sancionada con la retirada del carné de conducir y con una leve pena de prisión que seguramente no cumplirá. Y es que largarse del lugar sigue saliendo muy rentable, pese a que esté clarísimo que sólo los desalmados son capaces de hacerlo para librarse de un castigo más gravoso.

Desde aquí mi ánimo al motociclista herido, mi felicitación a los investigadores y mi desprecio a la conductora criminal.

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