Te quiero

¿Que es el hombre, este semidiós tan ensalzado? ¿No le faltan las fuerzas precisamente allí donde más las necesita? Y cuando bate sus alas con alegría o se sumerge en el dolor, ¿no se siente detenido en ambos y es devuelto de nuevo a su obtusa y fría condición cuando más anhelaba perderse en la plenitud del infinito?

 

No lo digo yo, es el lamento de Werther, protagonista de la obra homónima escrita por Johann Wolfgang von Goethe (1774).

Es muy frecuente hoy en día que los psicólogos se encuentren con un paciente que requiere de sus servicios porque “lo tiene todo para ser feliz, pero no lo es”. Evidentemente, no lo tiene todo para ser feliz, porque de lo contrario lo sería, y quizás el problema esté en el uso de la palabra “tener”.

Creo que en la mayoría de los casos simplemente se trata de una cuestión de querer negar la evidencia que subyace en el interior. Cuando el problema es la salud o el dinero, no suele haber reparos en admitirlo. Pero cuando se trata de amor… esto ya cuesta más ¿A que sí?

Reconocer abiertamente la infelicidad por falta de amor escuece. A veces no se quiere reconocer porque se tiene pareja y no se le quiere hacer daño, en otras porque se teme que la persona deseada sólo tenga como pretensión algún roce (y una declaración puede estropear la relación existente), y, en otras, porque el objetivo es tan inalcanzable que sonroja reconocerlo.

Me decía una persona a quien tengo magna estima que debemos de pensar más con el corazón y menos con la cabeza. Touché. Pero el miedo nos domina. El miedo a sufrir, a volvernos a dar de bruces ante la desilusión, a pensar que no lo conseguiremos… por ello tanta gente hoy en día se define soltera a conciencia, para evitar el padecimiento.

Nos las damos de valientes porque llevamos la coraza puesta, pero en el fondo sólo es muestra de una profunda cobardía. Ojos que no ven, corazón que no siente, por ello preferimos andar con los ojos cerrados. Craso error, porque al final el bagaje vital será menor. Afirma Nando Parrado, uno de pocos supervivientes del accidente de avión de Los Andes, que “La vida se mide por aquellos momentos que te quitan el aliento, momentos que no están marcados por el éxito, sino por el amor”.

¿Conocéis el experimento del sufrimiento de las ratas? unos científicos metieron decenas de ratas en tres cajas diferentes: a las primeras se las trataba con mucho mimo, a las segundas se les daba continuas descargas eléctricas y otras atenciones nada edificantes, y con las terceras la actitud era neutra. Pues bien, las que murieron en primer lugar no fueron las de la segunda caja, sino las de la tercera, es decir, las ignoradas. Conclusión: ¡El ser vivo tiene necesidad de sentir!

Todo ello lleva indefectiblemente a la deducción de quan fructuoso es cambiar la mentalidad y no pensar en recibir amor, sino en que se abran al que nosotros damos. Y no un amor simple, mejor atreverse con un amor explosivamente sensitivo como el que nos enseñó Ovidio en su Ars Amandi. El amor atrae amor, la correspondencia tiene que llegar algún día. Por perseverancia.

Corolario: También es bueno enviar buenos deseos a quien no nos aprecia. Buen karma.

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