Ustedes verán: que la crisis deje a los sindicatos sin dinero, me da igual, incluso hasta me alegra un poco; que dejara a los políticos de Baleares sin la paga extra, como sucede en Cataluña, me alegraría, aunque aún quedarían otros 13 motivos para ahorrar; que se cortaran todas las subvenciones a las patronales, me haría feliz; que se acabe la interminable lista de ayudas de todo tipo que en casi todos los casos son amiguismo, estaría perfecto. Pero hay algunas cosas que no deberíamos tocar jamás: el dinero para ayudar a los más desfavorecidos, a los que la sociedad no puede atender como toca. De las pocas cosas que, desde los tiempos de Cañellas, la autonomía mejoró claramente, fue la aportación de recursos para los minusválidos y los enfermos con algún tipo de problemática especial. Es cierto que no se ha llegado a atender todos los casos, pero el avance sobre lo que teníamos es importante. Creo que la crisis debería tener lugar sin que estas personas lo notaran, que debería exigirse a estas entidades que administren mejor, que se dejen de poner jefes de prensa y otros gastos inútiles, pero que el eje central de su función no se toque. Es de pura justicia.
