El asesinato a cuchilladas de Isabel Barceló en Felanitx a manos de su excompañero sentimental ha de encender de nuevo todas las alarmas contra esta lacra social de la violencia de género. Ya se han rebasado todos los límites. La terrible muerte de Isabel revela una saña impropia de una sociedad civilizada. Es el enésimo caso y, por desgracia, es posible que en el futuro acontezcan otros desastres semejantes.
Pero la resignación no vale de nada. Las instituciones deben seguir actuando. No hay que bajar la guardia en la concienciación de la población. La sospecha de un vecino o de una persona allegada pueden salvar vidas. Los ciudadanos deben perder la timidez o los resquemores a la hora de señalar con valentía a un potencial agresor o a alguien que se sabe que maltrata a su mujer o exmujer.
Es una labor dde todos. Raramente se produce un hecho de esta magnitud sin que hayan antecedentes de agresión física o psíquica. También las mujeres han de perder el miedo a denunciar a parejas que se han vuelto agresivas o intratables. Y las instituciones han de incrementar todos los medios a su alcance para hacer sentir su presencia ante el más mínimo indicio.
Vivimos tiempos difíciles. La crisis económica ha golpeado a muchas personas y aunque la situación mejora el sufrimiento ha sido muy alto. Y la psicología humana es muy compleja. Los más cobardes suelen descargar sus frustraciones sobre las personas que tienen más cerca, en no pocas ocasiones sus mujeres. Eso se ha de acabar. Ningún sentimiento de fracaso ha de desembocar en el asesinato de un ser humano. Es una barbaridad. Y tampoco se puede bajar la guardia en los centros educativos, donde el respeto a las mujeres se ha de convertir en bandera del esfuerzo docente.
La lucha ha de continaur. Una sociedad civilizada no puede soportar estas muestras de brutalidad sin conmoverse ni movilizarse. Es preciso encontrar y aplicar todas las soluciones que sean posibles. La muerte de Isabel Barceló ha de servir de acicate. Hay que derrotar a los que no tienen ninguna consideración ni por las mujeres ni por los seres humanos.