OPINIÓN

Trump, el pacificador y la prensa

La mayor parte de la prensa tradicional, por convicción o por interés, acepta y promueve la agenda del izquierdismo woke que divide a la sociedad y pretende anular (cancelar) a los discrepantes. Así, se esfuerzan en ridiculizar a sus adversarios, al tiempo que les atribuyen todos los males del mundo, incluidos los producidos por sus propias políticas identitarias. 

Esto es lo que explica que no haya día, en que, en esos medios mayoritarios, aparezcan noticias negativas sobre los más destacados dirigentes mundiales anti-woke. Esto es, Javier Milei y Donald Trump. Por supuesto, sus éxitos, -que también los hay y son enormemente relevantes-, se minimizan o directamente se soslayan y ocultan. Por supuesto, como todo mandatario, ambos gestores ostentan luces y sombras.

Estos días, en que el presidente norteamericano está dando cuenta de porqué ha roto el aislamiento de Rusia, también ha proclamado sus éxitos ya alcanzados en favor de la paz mundial, sin que la prensa se haya hecho eco. Y es que, efectivamente, la lista de sus mediaciones más o menos exitosas es extensa. Ya durante su primer mandato se pudo poner la medalla de los trascendentales Acuerdos de Abraham, que su sucesor tristemente fue incapaz de desarrollar; o también de los alcanzados entre Serbia y Kosovo, o los de Sudán-Egipto-Etiopía, aunque esta última finalmente se descolgara.

En este segundo mandato, el proceso pacificador trumpista aparentemente se está acelerando. Su mediación entre dos potencias atómicas como son Pakistán e India el pasado mayo parece que está funcionando. Vale la pena recordar que un mes antes se inició una escalada espiral de violencia entre ambos estados que incluyó ataques con misiles, drones y también combates aéreos. Es cierto, que la nacionalista y emergente superpotencia india de Modi niega su intervención. Pero también lo es que Pakistán, no sólo la reconoce, sino que la elogia hasta el punto de proponer al actual líder del mundo libre para el Premio Nobel de la Paz.

Así mismo, en Washington se escenificó, hace poco más de un mes, el preacuerdo al que llegaron la República Democrática del Congo y Ruanda. De momento, las hostilidades han cesado y se ha iniciado el retorno de refugiados creando una red de integración económica.

Otro conflicto que parece ir por buen camino es el de los propios Estados Unidos con los hutíes. El alto el fuego firmado en Omán está liberando al Mar Rojo de ataques a embarcaciones con intereses occidentales.

Este mismo mes de agosto, también en el escenario de la mismísima Casa Blanca, se ha firmado el acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán con la buena intención de poner fin al prolongado conflicto en Nagorno-Karabaj. El establecimiento de un “corredor estratégico” en la zona controlada por los EEUU parece que ha sido una de las claves.

Todo lo anterior, por sí sólo, bastaría para que la prensa proyectara una imagen diferente, mucho más serena, de el del pelo rojo. Pero hay más, pues el activo presidente pacificador, -está vez junto con China-, ha estado apoyando las llamadas negociaciones de Malasia que han desembocado en un alto el fuego incondicional entre Tailandia y Camboya. Fue el 28 de julio.

Utilizar como arma negociadora aranceles, en vez de las bombas, aprovechando que la superpotencia americana lo es, sobre todo, en consumo, debería ser un motivo de alegría entre aquellos que se consideran pacifistas. Unos aranceles que no están causando la inflación anunciada por los promotores del wokismo izquierdista.

Lo mismo podríamos decir de Javier Milei, con quien la prensa de masas se ceba igualmente, mientras que las noticias accesibles por canales más directos enumeran sus muchos éxitos, incluido el del acceso a la vivienda. 

En cuanto a la cumbre de Alaska, hay que estar muy ciego para no ver en ella, -además de tentativa de terminar con la absurda guerra de Ucrania-, una reconfiguración del orden mundial. El presidente Biden había cometido, entre otros muchos, el enorme error de haber unido a dos de las tres superpotencias internacionales, esto es, a China con Rusia. Todo lo contrario de la doctrina Kissinger, quien al reunirse con el mismísimo Mao Tse Tung, y más tarde con Deng Xiaoping, puso las bases para que los Estados Unidos se pudiera considerar vencedor de la Guerra Fría.

En definitiva, la prensa tradicional está en crisis. Esos medios recuerdan a los dinosaurios en proceso de extinción, intentando promover las ideologías que más subvenciones y prebendas les puedan otorgar. Están en su derecho. Pero si alguien quiere considerarse más o menos bien informado debe prescindir de ellos. ¡Leer el Granma nunca ha tenido demasiado interés!

Pep Ignasi Aguiló

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Pep Ignasi Aguiló

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