La izquierda palmesana no para de acumular disgustos. Por si no le había bastado perder las elecciones, ahora, desde Cort, un concejal del equipo de gobierno lacera su microtómica epidermis con intolerables improperios como "me gusta la fruta".
Más allá de la indudable torpeza del regidor -se suponía que el PP llegaba a las instituciones para ponerse de una vez a trabajar y dejar atrás el postureo y la inoperancia de la negra etapa Hila-Noguera, y no para caer en el lenguaje insultante y sectario de los progres-, lo cierto es que el ofendidismo político gana terreno entre la bancada de la oposición. Todo les hiere su delicada y frágil psique, hay que medir hasta las bromas más infantiles para no ser tildado de fascista, machista, homófobo u otros epítetos cariñosos e inofensivos como los que acostumbran a dispensar al adversario político por el solo hecho de serlo. Si es de Vox, ya ni te cuento.
Ataviada en el salón de plenos con el simbólico pañuelo palestino -que alinea tácitamente a Més con las acciones de Hamás, como sus socios ideológicos de Bildu lo están con el legado de ETA-, y sin que se recuerde una sola muestra clara de condena o pesar de su partido por los ataques islamistas contra Israel, a Truyol, la ofendida por antonomasia, le importa un pimiento herir los sentimientos de los israelíes y de los judíos de todo el planeta, pues el antisemitismo es un trazo ideológico más de esta macedonia de frutas (con perdón) en que se ha convertido el pensamiento progresista una vez enterrado el sólido referente soviético y desnudados otros paraísos del proletariado como Cuba o Corea del Norte.
Paradójicamente, lo que más acerca a los soberanistas de izquierda al franquismo -aunque no sea lo único- es ese odio visceral a los judíos y a lo judío. No hay ideología totalitaria -nazismo, estalinismo, fascismo, etc.- que renuncie a ese toque de distinción antisemita que les adorna.
A esta izquierda sin referencias intelectuales lo que más le interesa es la bronca permanente. Ya sea Truyol en Cort o Negueruela en el Parlament, la estrategia es la misma. Crispar, dividir y enfrentar a los ciudadanos, y usar palabras gruesas a modo de consigna para deshumanizar a quienes no piensan como ellos. En ese caldo de cultivo visceral, se mueven como pez en el agua. En cambio, cuando se trata de reflexionar, aportar o hacer propuestas para construir o solucionar la vida de los palmesanos, nada de nada. En ocho años en Cort no han solventado ni una sola de las necesidades de los ciudadanos de Palma. Ni el puto tranvía han sido capaces de poner en marcha de una vez, pese a llevar millones de euros gastados en humo, propaganda en las redes y vídeos en 3D. Eso sí, han conseguido enfrentarse a todo el mundo, a la policía local, a los comerciantes, a los residentes en el centro histórico, a los automovilistas, a los restauradores...
Y, pese a su fracaso en las urnas, ellos continúan con idéntica estrategia, ya que, si bien no les ha permitido gobernar, al menos les da de comer sin dar un palo al agua durante cuatro años más.