Un panorama desolador

Después de estar 15 días de viaje fuera del país y sin tener apenas noticias de lo que acontece en España y en Balears, al llegar uno comprueba que al margen de la sustitución del Obispo de Mallorca (si es que alguien lo ha notado), todo sigue más o menos igual. La situación política nacional es de todo punto deplorable, sin Gobierno y sin previsión de que pueda haberlo, por más que se diga que las elecciones autonómicas vascas y gallegas harán que alguno cambie de posición. Nadie se moverá ni un milímetro de su pueril inmovilismo. Los cuatro grandes partidos (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) nos abocan a unas terceras elecciones generales que, además, tampoco cambiarán nada porque los resultados serán muy similares y tampoco habrá ninguna formación que obtenga la mayoría absoluta para gobernar en solitario. La gente creyó poder combatir los gravísimos defectos del bipartidismo PSOE-PP con un Parlamento mucho más fragmentado que haría necesario pactar. Cometimos el error de creer que los dirigentes políticos sabrían negociar y ceder. Ahora hemos comprobado que no es así, que cada cual hace la lectura política que le interesa y que solo se miran su propio ombligo. El panorama no puede ser más desolador, pero quizás haya que dejar de culpar a los demás y asumir que somos los ciudadanos, con nuestro voto el día de las elecciones, los responsables de configurar un Parlamento incapaz de investir a un presidente del Gobierno. Lo que está sucediendo no es ni más ni menos el resultado de lo que hemos votado.

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