Un préstamo para ir al cine

Son muchos los motivos que nos pueden obligar a pedir un crédito bancario en la actualidad: comer una paella en la Colònia de Sant Jordi, cenar gambas en el puerto de Sóller, llenar el depósito de carburante o ir a ver una película al cine.

Uno de los efectos más perversos del euro ha sido hacernos perder la perspectiva del precio de las cosas. Una sesión de domingo en un cine cualquiera vale 7,50 euros, a los que se le pueden sumar los 2,50 del bote de palomitas -algo poco cinéfilo por otra parte- y los 1,50 del refresco que evita que el maíz nos quede pegado en la garganta. Total 11,50 por dos horas de entretenimiento. Para una familia de cuatro miembros suponen 46 euros, casi el 5% del sueldo de un mileurista.

Entenderemos la magnitud del desastre convirtiendo el precio a nuestra antigua moneda. Pasar una tarde de finde en el cine le puede suponer a una de familia 7.600 pesetas, o lo que es lo mismo, más de 63 pesetas cada minuto. Maravillas de esta moneda única de la que nadie quiere salir.

La queja más generalizada es que los salarios no han ido en consonancia con la inflación generalizada del 60% con la circulación física del euro allá en 2002. Así pues, uno se pregunta quién se ha quedado o se está quedando estos 40 céntimos por euro. Los empresarios PIME parece que no, porque la crisis ha puesto a la mayoría con el agua al cuello, y los empleados está claro que menos.

Así pues, me gustaría que alguien me pudiera decir dónde están los 40 céntimos.

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