La España de la democracia tiene una inmensa deuda con la población, han diseñado sistemas educativos sesgados y tendenciosos. Los partidos del régimen PP y Psoe, siempre han procurado educar a la ciudadanía desde la escuela de manera segada, dirigiendo a la alienación a los más jóvenes. Alentando el neoliberalismo hegemónico. Para crear mentes alejadas del sentimiento de lo colectivo, del bien común, de la solidaridad, de la fraternidad y de la equidad. La competitividad individualista, el consumismo, junto a la promoción salvaje del tener y la ausencia del ser. Así nos "luce el pelo."
El desafío en cuestión. Reflexiones al azar.......
El estudiante que fracasa cuestiona por su comportamiento, el mundo al cual él pertenece y lo interroga sin saberlo, "¿Para qué sirve todo esto?" (los estudios, la responsabilidad, los compromisos, la vida social...). Él no dice "Yo no quiero saber" o "Yo no puedo", dice sobretodo "Yo no se porque saber o porque tengo que saber".
Su cuestionamiento se dirige a sus padres, su cultura étnica, (racial?) o política, su institución escolar o a la sociedad en su conjunto.
Él no dialoga con la pregunta, la cual queda abierta.........
La pregunta del estudiante que fracasa es una pregunta sin cuestionamiento, como si fuera un diálogo que todavía en realidad no es tal, como una respuesta antes de tiempo y del momento de la respuesta.
Nosotros todos estamos frente a esta problemática del fracaso escolar enfrentando un desafío que aun no es tal.
Para que el desafío se convierta verdaderamente en un desafío, imaginemos un puente que relacionaría al estudiante en cuestión con las personas para quien el problema es un problema. En esta perspectiva es aleatorio (o poco útil) imaginar normas generales, que puedan ser aplicadas a cada situación particular.
No solamente no hay solución, sino que el fracaso en si mismo ya es una solución. En efecto la respuesta ha sido "construida" antes que la pregunta y la solución antes que el problema.
El estudiante que fracasa querría comprender el sentido de un mundo que le resulta extranjero viviendo simultáneamente en relación a si mismo una situación extraña y desconocida, frente a la cual se siente impotente (pero conserva potencialmente las claves de la potencia) y todo poderoso al mismo tiempo.
"El desafío", parece ser tal para la persona que fracasa pero en realidad lo es sobretodo, o lo es particularmente para las personas que están involucradas (la familia, la escuela, los psicólogos, los psicoterapeutas, los jueces, las autoridades políticas).
El desafío podría ser estudiado como un desafío si uno deja de lado la noción de responsabilidad y uno se interesa al lugar que ocupa y a los juegos que creamos en una sociedad posible. La noción de desafío debe ser estudiada bajo la óptica de nuestra concepción de nosotros mismos. Nosotros podemos pertenecernos o no, y esta definición consciencia, sentido o visión de nosotros mismos, en una sociedad dada, determinará el tipo de juegos posibles.
"El rol", la jerarquía el sentido que nos adjudicamos a nosotros mismos van a determinar la posibilidad de desafío o la especificidad propia del desafío.
O sea el desafío debería ser estudiado no a partir del estudiante que fracasa sino a partir de aquellos que lo ven, que lo sienten, que lo aman, que lo "leen" y que podrían construir las condiciones necesarias para que el desafío comience a tornarse a ser un verdadero desafío.
Desarrollo didáctico posible......
Alguien que fracasa me hace pensar a un financista que amaso una gran fortuna, la cual perdió toda actualidad porque se devaluó y no es negociable en la bolsa. En otras palabras la persona que fracasa sería rica, de una riqueza que no es utilizable porque nadie puede reconocerla como tal y reconocerse en ella.
Todo sistema debe ganar. El sistema al cual pertenece el estudiante que fracasa también parte de esta lógica es en el seno de una lógica cuya "lógica" no es siempre lógica... porque es un orden más cerca de la creencia que una construcción racional progresiva.
Si la persona que fracasa cree en valores que cada vez están más devaluados, que más puede hacer que construir nuevos valores en los cuales el o ella podría creer?. Estos nuevos valores harían parte de los antiguos o bien serían la continuación lógica de aquellos, en un "entramado" complicado, pero no complejo, que apunta a hacer de la persona en estado de fracaso alguien creíble frente a sus propios ojos.
La persona que fracasa, por "razones" muy diversas, decide no decidir nada. Esta decisión no es una decisión activa, pero es una manera de dejar su propio automóvil, sin frenos y sin conductor, seguir una ruta descendente con la convicción que el vehículo solo va a tomar las curvas y llegar el por su propia cuenta al destino fijado.
Todos tenemos tendencia a imaginar el fracaso como una falta o carencia de fuerza o de disciplina del estudiante en cuestión. Desde esta posición pedirle que incremente su esfuerzo de trabajo, su disciplina y su esfuerzo de memorización solo hay un paso.
Todo fracaso culpabiliza a la familia o/y a la institución donde este ocurre y cuestiona a esos protagonistas sobre sus roles respectivos.
Si cada vez que nosotros vemos un niño o un adolescente en una situación de fracaso escolar nos sentimos motivados a ayudarlo, eso se debe a la filosofía de base con la cual nosotros pensamos la vida en general. Pero la persona que fracasa también tiene una filosofía de base que no podría explicar o conceptualizar porque le es desconocida y se manifiesta de manera intuitiva o instintiva.
Todo intento de ayudar corre el riesgo de tornarse una lucha entre dos modelos que a menudo no se encuentran.
El fracaso es un momento bisagra indispensable para construir el devenir, el futuro.
La persona que fracasa debe ser colocada en un nivel jerárquico superior, en una ecuación a crear para salir del impasse, el lugar de querer ayudar a aquel que fracasa deberíamos imaginar como pedirle ayuda, es decir, ubicarlo en una posición de aquel que sabe y que conoce profundamente las claves de su éxito, porque el fracaso es un éxito estratégico que toma por sorpresa a todos aquellos que no esperan estos resultados.
La persona que fracasa es la que gana ahí donde nadie espera que ella gane.
La coacción de la reflexión.......
Sin coacción no hay fracaso. Podemos imaginarnos que la coacción la obligación y el fracaso hacen parte de un conjunto que no pueden disociarse. La coacción es una manera de vivir la no - libertad. No se trata de vivir una libertad coactiva sino de sentirse prisionero de la no libertad. Una libertad limitada es muchas veces más confortable para vivir que una libertad ilimitada. Todo depende del contexto y de la forma en la cual uno se represente el mundo al cual pertenece.
Una libertad ilimitada puede ser vivida de manera más coactiva que su opuesto. "Lo ilimitado" se transforma en la prisión.
El conocimiento humano es infinito pero no ilimitado. Alguien que se mueve en un mundo ilimitado, o considerado como tal, tendrá tendencia a limitar al máximo su capacidad de maniobra o las fronteras de su acción.
Un adulto que piensa su afectividad y que concibe su sexualidad de una manera próxima a aquella de sus abuelos podrá decir: "Yo haré tal y tal cosa (casamiento, niño, descubrimientos profesionales o personales diversos...) cuando me sienta preparado".
Es una manera de vivir lo ilimitado fijando su capacidad de acción alrededor de su propio cuerpo, como si la distancia entre la capacidad actual y la capacitación a obtener fuera ilimitada y al mismo tiempo extremadamente limitada.
En esta visión de las cosas siempre hay una parte y una contra parte.
El niño que fracasa vive la parte y la contrapartida al mismo tiempo y es imposible saber en cual se encuentra. La solución consiste en construir, de una manera dialógica, una síntesis creativa entre la parte y la contrapartida, o sea pasar de una contradicción esterilizante a una síntesis fecunda.
La transgresión y la no transgresión.
En el fracaso habría una imposibilidad de transgresión.......
Para convertirse en una persona íntegra me parece fundamental aprender a transgredir, lo que es una buena manera de ser y de ir cada vez más profundamente hacia la noción de ser llevando al mismo tiempo todo aquello que determinó el origen de nuestra trayectoria histórica.
El modelo del fracaso es un modelo rico, cerrado impenetrable y que conserva muchos secretos en la profundidad de sus abismos. El diálogo con el fracaso es el diálogo entre dos lenguajes, entre dos modelos, entre dos visiones. Utilizar el fracaso como una plataforma a partir de la cual construir un nivel superior de complejidad, me parece una propuesta cada vez más importante.
El fracaso, como todos los grandes problemas es una cuestión relacional que se ignora, que se desconoce. Un niño o una persona que cree saber todo va a defender su "saber" con uñas y dientes. Con esta persona puede ser bello, puede ser lindo enfrentarse, pelearse, combatir para aprender juntos la estrategia de la paz.
Yo no pienso que se pueda aprender o enseñar a un profesional a tratar el fracaso o a curar el fracaso. Me parece que podemos por el contrario, aprender a construir con el otro la noción de un viaje sin valijas, hacia un desafío cada vez mayor.
La persona que fracasa es una persona que en general ama los desafíos, pero que se encuentra en una estación a la cual llegó y de la cual no puede irse.
Trabajar el fracaso sería para mi, una forma de imaginar como conectar el fracaso escolar a otras situaciones y concebir vehículos más pertinentes para cada situación.
Ninguna experiencia puede ser transmitida. Es otra experiencia que nosotros ya estamos construyendo, la que vamos a "transmitir" a alguien partiendo de una experiencia precedente.
No hay experiencia precedente. La experiencia es siempre actual. Todo lo que podemos tomar de nuestro saber ya es otro saber que se está construyendo (o en construcción).
Ninguna fórmula puede estar dada. Ninguna receta es realizable sólo existe nuestra propia formación y nuestra propia especificidad como vehículos (cálidos? áridos?) de nuestras concepciones.
Si yo hablo de todo esto, es para partir al descubrimiento de otra modestia o de un nuevo orden de modestia en mi a la manera de una investigación permanente del otro que habita en mi, de un yo que pase por el exterior de mi y que podría ser aquel real e imaginario del lector de esta reflexión.
El monólogo es la respuesta - el diálogo es la pregunta.
Me parece imposible salir del fracaso escolar sin un aprendizaje verdadero de construcción del diálogo porque, para mi, el fracaso es el fruto de un monólogo donde el estudiante (de la misma forma que su familia, el profesor y todos los que intervienen de afuera) formula las preguntas y las respuestas.
En otras palabras, las preguntas se tornan respuestas -las cosas no están en su lugar- el sentido estratégico todavía no es de la partida.
Un monólogo podría ser una construcción cerrada o abierta. Si el estudiante que fracasa vive un monólogo cerrado donde las respuestas y las preguntas se chocan permanentemente, el monólogo abierto sería la posibilidad de construir, ya sea preguntas directas, ya sean afirmaciones que tengan en ellas el germen escondido de una interrogación posible.
Para que lo posible se vuelva realidad, la historia, la cultura y el medio, obligatoriamente deben formar parte del juego.
Mi reflexión es también un monólogo que pienso como un diálogo y que trata de pasar por el interior y el exterior del estudiante que fracasa.
Todas estas reflexiones son el producto de mi experiencia de vida, de padre, y de apasionado por el estudio de la política y de la estrategia social.