Valtonyc quiere ser mártir

El joven José Miguel Arenas, Valtonyc, rapero de profesión, es un hombre de ideas extremas, algunas ciertamente violentas, al menos en su manifestación oral, incluso cuando atiende a encargos de terceros, como los del podemita Pablo Iglesias. Aunque la sentencia de la Audiencia Nacional que le condena a un total de 3 años y 6 meses de prisión me parece desproporcionada por lo que hace a la pena por injurias, no me cabe duda de que cometió los delitos por los que ha sido condenado, de los que ni siquiera hizo amago de retractarse o arrepentirse, quizás por la radical bisoñez del personaje, que probablemente no está ponderando adecuadamente las consecuencias últimas de este martirio voluntario.

En un estado de derecho serio, la calumnia y la injuria no pueden quedar amparadas por un concepto laxo de la libertad de expresión. Valtonyc puede ser crítico o sarcástico hasta la crueldad en los textos de sus canciones y los mismos deberán ser analizados por los tribunales como lo que, en principio, son o debieran ser, es decir, creaciones supuestamente artísticas. Puede criticar la monarquía, a la corona española y a cada uno de los miembros de la Casa Real; puede abogar por la república, por la independencia del territorio que le dé la gana y hasta por la instauración de una dictadura marxista-leninista. Pero la contumacia en la ofensa gratuita, el ensalzamiento de grupos terroristas que causaron en nuestro país miles de víctimas –cuyos familiares directos viven aún hoy, en su mayor parte-, o la inclusión de textos amenazadores dirigidos a personas con nombre y apellidos no pueden quedar impunes. Aquellos que ayer, desde sectores de la izquierda, se rasgaban las vestiduras por la indudable severidad del fallo y apelaban a la libertad de expresión, seguramente reclamarían hoy que el culpable fuera encarcelado si la víctima fueran ellos mismos y el autor, un rapero de la extrema derecha. Donde las dan, las toman.

Soy poco sospechoso de compartir ideología con Jorge Campos Asensi. He discrepado de sus ideas en público, en privado y hasta por escrito en diversas ocasiones, incluso agriamente. Sigo pensando lo mismo con relación a sus divergentes, y a mi juicio disparatadas, tesis sobre la sociolingüística en nuestras islas. Pero, ni Jorge Campos, ni ciudadano alguno de este país, tienen por qué soportar la carga de la amenaza y la ofensa personal.

Así que, a años luz de su pensamiento, celebro que los tribunales le hayan dado amparo.

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