La increíble necesidad que tenemos los humanos de clasificarnos unos a otros nos ha llevado a bautizar al atletismo como el deporte rey o al fútbol el deporte de masas y así en no pocas materias o actividades, por no hablar de las personas.
Aceptado el calificativo por lo que al balompié se refiere en tanto en cuanto parece atraer a mayor número de espectadores, lamentaremos que tal imperio viva una evidente decadencia en nuestra Comunidad Autónoma. Que en pleno siglo XXI podamos disfrutar de leyendas como las de Rafa Nadal, Mario Mola, Markus Waltz Cooper, Sete Benavides, Jorge Lorenzo, Marco Asensio, Rudy Fernández, Sergi Lull, Margalida Fullana, Alba Torrens y los que nos dejamos en el tintero, ridiculiza la aparente dependencia de equipos que rozan el ridículo como el Mallorca y el At.Baleares en proporción a su elitista presencia. Auténticos ídolos y campeones mundiales por detrás de clubs de tercera categoría batiéndose en la más amplia vulgaridad del deporte al que se dedican. ¡Patético!.
Este mapa apresurado tal vez refleja le realidad de Baleares, conformada por una sociedad amante de la apariencia y del individualismo, frente al trabajo en equipo y la defensa de la colectividad. Nos gusta presumir de lo que no somos pero, cuando podríamos hacerlo, nos corroe el virus de la envidia que nos devuelve a nuestra propia mediocridad. Y ahi están semivacías las gradas de unos estadios ideados para presenciar desfiles victoriosos y reducidos a escenario de espectáculos ínfimos. Podemos sentirnos orgullosos de nuestros paisanos, pero en absoluto de nuestro paisanaje.






