La formación que ahora mismo no se sabe si lidera Patricia de las Heras o sus detractores capitaneados por Jorge Campos ha dado su primer golpe de efecto de la legislatura dejando a Toni Costa sin el aumento de techo de gasto prometido. No es que a la formación de ultraderecha le parezca que alguna de las partidas o inversiones previstas sea inadecuada, sino que estamos ante una pataleta infantil tras la decisión de Prohens de no sucumbir al nacionalismo más rancio y con menos criterio lingüístico y pedagógico.
La libre elección de lengua, ni es una necesidad, ni una demanda del sector educativo, ni un problema en las aulas ni goza del menor fundamento. Es tan sólo el delirio de unos pocos ignorantes monolingües que les aterroriza que sus hijos salgan con competencias lingüísticas solventes en catalán, castellano e inglés. En su verborrea no hay pedagogía, sino simplemente ideología.
La desdibujada ultraderecha avanza a marchas forzadas hacia la residualidad y lo hace precisamente por sus bravuconadas inconsistentes y su incapacidad de estar a la altura de lo que exige el parlamentarismo de esta comunidad y este país. Su opción es la del cabreo, pero no son una opción de gobierno. Su capacidad se limita al teatro y la sobreactuación, pero los ciudadanos ya han empezado a entender que esto va de tener a los mejores gestores, no a los más irascibles.
Tras 100 días de Prohens con muchos cambios, VOX había quedado relegado a un plano prácticamente invisible. Necesitaban volver a copar las portadas de los medios con otra de sus salidas de tono echando un pulso invisible al ejecutivo en solitario del PP. “Eh, que estamos aquí y queremos salir en la foto”, debieron pensar los artífices de semejante sandez. Algún diputado con mayor prudencia, estaba dispuesto a aprobar el techo de gasto del Govern para 2024, pero ya se sabe que en esta formación la autonomía y la libertad de pensamiento son un sueño; rápido desde Madrid impusieron un criterio estanco que alimentara los editoriales de la prensa y relegara al portavoz adjunto que había asomado la patita de la lucidez.
La formación de Santiago Abascal patalea tras haber tocado techo y haber iniciado un declive sin retorno. Todavía pueden decidir si alargar la agonía siendo un instrumento útil a sus votantes demostrando responsabilidad y sentido de Estado, o pueden acelerar su desaparición comportándose como el radical que esconden dentro. En sus manos está hacer equilibrio parlamentario dando una de cal y otra de arena o abandonarse al error y la comedia a la que están acostumbrados.